martes, 24 de julio de 2018

Astor y Lorenzo el elefante

Todo Mizantla se detuvo para ver un extraño espectáculo. Por la calle principal, entrando al pueblo venía un niño pequeño montado sobre un elefante enorme. El niño se veía muy serio y concentrado, pero parecía conocer bien su destino, pues no dudaba en darle instrucciones al elefante. Al pasar por afuera de la casa de Paulina la hechicera se encontró al duende patas de bolillo que estaba ayudando a Paulina a limpiar su jardín. El duende, curioso como todo duende lo saludó
- Hey niño, ¿cómo te llamas?
- Astor el magnífico respondió el niño muy serio apenas volteando a ver al duende
- Yo soy el duende patas de bolillo, y tu elefante ¿cómo se llama?
- Me llamo Lorenzo, respondió el elefante, ¿quieres subirte?
- Sí, ¡por supuesto! exclamó el duende que siempre estaba dispuesto a una aventura
- ¡Al rato vengo Paulina! gritó mientras Lorenzo lo levantaba con su enorme trompa y lo depositaba atrás de Astor que lo miró un poco sorprendido
- ¿A dónde vamos?  preguntó el duende
- Al circo, nos contrataron para unirnos a su espectáculo
- ¿En serio? ¡qué emocionante!, yo conozco a don Joel el dueño, es mi amigo y siempre me deja entrar sin pagar

Astor volteó de nuevo a con curiosidad, guardó silencio y siguieron caminando rumbo al circo. Cuando llegaron se encontraron con la sorpresa de que ya había un letrero gigante que anunciaba su número. Astor el magnífico y Lorenzo el elefante más grande del mundo, acróbatas internacionales. Don Joel se apresuró a darles la bienvenida y mostrarles a Astor y Lorenzo dónde vivirían y podrían descansar, pues la función empezaría esa misma noche. Al duende le pidió que lo acompañara a hablar con los tigres con los que tenía algún problema y es bien sabido que el duende patas de bolillo podía hablar con todos los animales y a veces ayudaba a don Joel a ponerse de acuerdo con los animales del circo cuando había algún problema.

Esa noche el circo estaba lleno a reventar cuando empezó el número de Astor y Lorenzo. Lorenzo lo levantaba con su enorme trompa y lo aventaba altísimo en el aire, donde Astor daba vueltas y más vueltas y justo cuando parecía que iba a estrellarse contra el piso, Lorenzo lo cachaba con la trompa y lo mostraba en lo alto al público que no paraba de aplaudir.

El duende reía y aplaudía a más no poder la audacia de sus nuevos amigos y todo era felicidad, pero en ese momento empezó un terremoto muy fuerte y el palo central que sostenía la carpa parecía venirse abajo. Astor, sin dudarlo un momento gritó
- Sácalos a todos duende, nosotros sostendremos la carpa
- A la orden mi capitán, respondió el duende y empezó a ordenar a todo el público y organizar la salida de la gente del pueblo mientras Lorenzo servía de soporte de la carpa.

Un minuto después ya todo mundo estaba a salvo menos Astor y Lorenzo. El palo central dio un tronido final y la carpa terminó por caer sobre ellos y todo mundo gritó horrorizado menos el duende.
- ¡Alguien haga algo! gritó don Joel que de pronto reparó en que el duende estaba sumamente tranquilo.
- No pasa nada don Joel, ellos están bien
- ¿Cómo lo sabes?
- Cosas de duendes, respondió tranquilamente

Y ciertamente, como en el cuento, la carpa cubría la enorme figura de Lorenzo y parecía que una gigantesca serpiente se lo hubiera tragado. Cuando por fin pudieron sacarlos Lorenzo estaba de mal humor y Astor estaba muy tranquilo, protegido bajo la inmensa panza de su gran amigo.

A partir de ese día, Astor y Lorenzo fueron las grandes estrellas del circo de Mizantla, pues nadie olvidaba cómo los habían salvado la noche del terremoto. Aunque ellos no le daban mucha importancia, estaban contentos de tener muchos nuevos amigos y un bonito hogar.
 

lunes, 23 de julio de 2018

El salón de actos

Si algún edificio merece la categoría de histórico en Guerrero Negro es el Salón de actos. ¿Qué lo tumbaron?, ¿Por qué?. Bueno, no me hagan caso, yo solo lo voy a extrañar.

Debe haber sido uno de los primeros edificios que se construyeron después de las carpas, mi mamá llegó al pueblo en el 59 y me cuenta que ya estaba. Originalmente su función era de comedor de los trabajadores; pero también tenía otros usos: juntas sindicales, iglesia, velatorio, cine y por supuesto los bailes. Tenía unas mesas largas donde se sentaban a comer y se retiraban cuando el salón se iba a utilizar para otros menesteres, cuando iba a haber baile las personas tenían que llevar sus mesas y sillas y solo pagaban por el espacio.

Día del estudiante secundaria
A mí ya me tocaron otros tiempos, sin embargo el salón de actos seguía siendo en muchos sentidos el corazón del pueblo. ¿año nuevo?, en el salón de actos, ¿día del estudiante?, en el salón de actos, ¿boda?, ¿quinceañera?, en el salón de actos por supuesto. Ahí aprendimos a bailar, nos enamoramos, nos peleamos, nos divertimos y dimos el paso de la adolescencia a la adultez al ritmo del tritriqui tritraca y la yaquecita, comiendo tacos de doña Mary Godinez al final de la noche.


Los bailes eran cosa frecuente los fines de semana; quién sabe cuántas veces habrá tocado el Gigio ahí pero supongo que lo habrá sentido como una segunda casa. Lo más común era que tocara algún grupo del pueblo o de algún ejido cercano. Ya era un poco más de caché cuando venían Las nubes de Cachanía. Por eso cuando apareció la cartulina anunciando Gran baile con el grupo La Cruz de Tijuana, TKT invita, este causó gran revuelo. Un grupo de Tijuana no era cosa de todos los días. No sé dónde empezó la confusión pero La Cruz (de fuego) era un grupo de heavy metal y a nadie se le ocurrió hacer la aclaración. Llegó el día del baile y el salón estaba lleno; empezó el show de luces, humo y un ruidajo de la chingada. Se terminó la primera canción y la gente no sabía muy bien qué hacer. El Mócori tomó la iniciativa, se levantó y caminó lentamente al centro del salón y poniendo los brazos en jarras les espetó
 
Día del estudiante durante la prepa

Hey tú, simple, ya déjate de echar humo y tócate una cumbia

Jajaja, la verdad es que no sé qué pasó después ni si esto sucedió así, pero así me lo contaron y hasta la fecha uso ese dicho.

También eran comunes los pleitos en los bailes, aunque yo no era peleonero, el rencor me lo había quitado el Cesar el hijo del Durango, de un solo chingadazo cuando estábamos en la primaria. Una sola vez medio me pelié en el salón de actos, resulta que el que empezó con el pleito fue mi compa Chema Ruiz y se le fueron encima dos o tres tipos a montonearlo; y pues agarré una mesa de esas de la carta blanca y les aventé con ella en la cabeza y vámonos!, fuga dijo el Chapo.

Otra vez hubo un pleito campal en la calle afuera del salón, quién sabe por qué empezó el pleito y quién contra quién era, pero en un momento hubo más de 20 cabrones dándose con gusto como en película de vikingos. Nosotros estábamos arriba de un pick-up viendo el pleito y tomándonos una cerveza cuando  llegó la policía. Analizaron la situación, vieron que el pleito estaba muy grande y sabiamente nos preguntaron
- Morros, ¿no traen una cerveza que nos regalen?
- Sí jefe, ahí le van dos, lléguele
 Y tranquilamente se sentaron a ver el pleito, a esperar a que se calmara y levantar a los caídos. Eran buenos tiempos.