Fue en un rave en tiempos en que la euforia de Nortec estaba en su mayor esplendor. El Jai Alai estaba lleno a reventar y Marcela y Raúl tenían su puesto de Torolab en la parte oeste del lugar.
Como de costumbre la Marcela estaba a cargo del changarro y el Raúl haciendo vida social.
Vente, acá adentro tenemos un cuarto privado
Y pues ahí vamos a un cuartito medio escondido en las tripas del edificio. Dentro una luz violeta apenas iluminaba, pero los amigos se distinguían bien.
Déjame te presento al Tavo
Qué tal como estás? yo soy Alfonso
Bien, bien che, Gustavo
Era un argentino flaco y narizon como cualquier otro. Y empezamos a platicar de pendejadas comunes, de Nortec, de Tijuana, de que estaba cura que hubieran recuperado el edificio del Jai Alai para hacer conciertos. Después de un rato le solté la típica pregunta
y a qué te dedicas?
soy músico che
y qué tocas?
toco rock
y qué tal te va?
ah, me va bien
órale, chingón, porque no siempre está fácil la vida de músico
En eso que veo las computadoras viejas del jai alai, unas torres grandes como refrigeradores.
verás vente Tavo, chécate estas compus.¡
wáchate las unidades de disco y todo el cablerio. No son circuitos impresos, está todo soldado!
y estaba en mi nerdvana cuando vi que se había formado una colota para pedirle su autógrafo al Tavo.
Quien será este wey? me pregunté y en eso llegó el Carlos Gómez Sotelo todo emocionado diciendo
Jamás me voy a lavar esta mano,
Y eso Carlos?
esta es la mano que saludó a Cerati¡
y me tomó unos segundos analizar la situación y solo atiné decir
Ahhhh el Tavo?
martes, 16 de noviembre de 2010
domingo, 21 de marzo de 2010
Los Ruidos de la Prepa
En Guerrero Negro había dos prepas, el Cet del mar y La Prepa. Yo iba a la prepa que me quedaba a una cuadra de mi casa, lo cual como se podrán imaginar lo hacía sumamente cómodo.
La Prepa compartía instalaciones con el departamento de capacitación de exportadora de sal, en el edificio del antiguo hospital. Por esto no parecía una escuela normal, simplemente porque no lo era.
No teníamos patio como tal, simplemente los salones, una esquinita que primero fue una especie de oficina y luego tiendita , dos oficinas, una biblioteca, un laboratorio y paren ustedes de contar. Mi primer semestre me tocó de salón lo que antes había sido el quirófano donde operaban el Dr. Noyola y después el Dr. Lagarde. Si bien nunca hablamos de ello estoy seguro que muchos nos preguntábamos cuanta gente habría muerto en ese salón.
El personaje principal en esta historia es el edificio, sin embargo el prefecto fue el catalizador de los eventos que estoy por relatar.
El prefecto era el Beto Gutierrez, un gran amigo, regordete, de carácter apasionado, buen escritor y mejor maestro, o tal vez al revés. Cuando yo entré él acababa de terminar la prepa y siendo un muchacho responsable y estudioso le dieron el empleo de prefecto, el cual desempeñaba sin mayores problemas para hacerse respetar a pesar de la poca diferencia de edad, la cual hacía que lo consideráramos más un amigo que una figura de autoridad.
Entrabamos a clases a las 5 de la tarde y salíamos a las 10:25 de la noche, en esas noches frías, solitarias y lúgubres de Guerrero Negro el montón de estudiantes alegres caminando hacia sus casas a esa hora daban un toque de alegría que parecía un poco fuera de lugar. Casi nadie tenía carro, eran otros tiempos y la mayoría vivíamos cerca, aunque había sus excepciones como la Lorena Romero y la Paty Ventura.
Cuando estábamos en tercer semestre nos empezamos a quedar después de horas de clase a ver películas en la tele aprovechando que la escuela tenía videocasetera, un lujo que casi nadie tenía en sus casas en esa época, eran los tiempos de la lucha entre el Betamax y el VHS. Por lo regular nos quedábamos el Beto, por supuesto, yo, Juan Pablo, Chema, el Gordo Velarde, a veces el Cruz, el Dodongui, el Fausto Murillo y no recuerdo si alguien más.
Al principio no pasaba nada, salíamos de la escuela alrededor de la una de la mañana sin ningún problema pero después las cosas fueron cambiando.
La prepa era un edificio cerrado con dos puertas de entrada, una grande en el lado norte y otra más pequeña por la parte trasera. Al terminarse las clases y salir todo mundo nos encerrábamos con llave y no había manera de que alguien entrara sin hacer mucho ruido, por eso la primera vez que oímos pasos nos extrañó muchísimo, salimos y recorrimos toda la escuela y nada, no encontramos a nadie. Regresamos a nuestra película y más tarde ya no solo eran pasos sino ruidos de cajones y puertas que se abrían y cerraban en una especie de poltergeist invisible.
Los ruidos se volvieron algo común cuando nos quedábamos a deshoras en la escuela, de tal suerte que el atractivo ya no era ver películas sino oír esos extraños ruidos, hasta que un día decidimos no quedarnos más. Ya habíamos tenido lo suficiente.
La última vez que oímos ruidos fue una tarde de domingo. Yo cuidaba la biblioteca los domingos para cumplir con mis horas de servicio social, casi nadie iba, excepto uno que otro desbalagado a jugar ajedrez y mis amigos a perder el tiempo. Ese día decidimos quedarnos a oír ruidos, alrededor de las 9 de la noche oímos que la puerta de atrás se abría, como siempre fuimos a ver y la puerta seguía con llave. Business as usual, excepto que al regresar a la biblioteca escuchamos un llanto fuerte de bebé. Jamás habíamos escuchado algo así y en ese momento se nos heló la sangre. Salimos corriendo y dejamos la puerta de la prepa abierta. Una hora más tarde regresamos. La puerta de la biblioteca se quedó abierta porque no nos atrevimos a entrar a cerrarla.
Cerramos la puerta principal de la prepa y no volvimos a querer oír ruidos nunca más.
La Prepa compartía instalaciones con el departamento de capacitación de exportadora de sal, en el edificio del antiguo hospital. Por esto no parecía una escuela normal, simplemente porque no lo era.
No teníamos patio como tal, simplemente los salones, una esquinita que primero fue una especie de oficina y luego tiendita , dos oficinas, una biblioteca, un laboratorio y paren ustedes de contar. Mi primer semestre me tocó de salón lo que antes había sido el quirófano donde operaban el Dr. Noyola y después el Dr. Lagarde. Si bien nunca hablamos de ello estoy seguro que muchos nos preguntábamos cuanta gente habría muerto en ese salón.
El personaje principal en esta historia es el edificio, sin embargo el prefecto fue el catalizador de los eventos que estoy por relatar.
El prefecto era el Beto Gutierrez, un gran amigo, regordete, de carácter apasionado, buen escritor y mejor maestro, o tal vez al revés. Cuando yo entré él acababa de terminar la prepa y siendo un muchacho responsable y estudioso le dieron el empleo de prefecto, el cual desempeñaba sin mayores problemas para hacerse respetar a pesar de la poca diferencia de edad, la cual hacía que lo consideráramos más un amigo que una figura de autoridad.
Entrabamos a clases a las 5 de la tarde y salíamos a las 10:25 de la noche, en esas noches frías, solitarias y lúgubres de Guerrero Negro el montón de estudiantes alegres caminando hacia sus casas a esa hora daban un toque de alegría que parecía un poco fuera de lugar. Casi nadie tenía carro, eran otros tiempos y la mayoría vivíamos cerca, aunque había sus excepciones como la Lorena Romero y la Paty Ventura.
Cuando estábamos en tercer semestre nos empezamos a quedar después de horas de clase a ver películas en la tele aprovechando que la escuela tenía videocasetera, un lujo que casi nadie tenía en sus casas en esa época, eran los tiempos de la lucha entre el Betamax y el VHS. Por lo regular nos quedábamos el Beto, por supuesto, yo, Juan Pablo, Chema, el Gordo Velarde, a veces el Cruz, el Dodongui, el Fausto Murillo y no recuerdo si alguien más.
Al principio no pasaba nada, salíamos de la escuela alrededor de la una de la mañana sin ningún problema pero después las cosas fueron cambiando.
La prepa era un edificio cerrado con dos puertas de entrada, una grande en el lado norte y otra más pequeña por la parte trasera. Al terminarse las clases y salir todo mundo nos encerrábamos con llave y no había manera de que alguien entrara sin hacer mucho ruido, por eso la primera vez que oímos pasos nos extrañó muchísimo, salimos y recorrimos toda la escuela y nada, no encontramos a nadie. Regresamos a nuestra película y más tarde ya no solo eran pasos sino ruidos de cajones y puertas que se abrían y cerraban en una especie de poltergeist invisible.
Los ruidos se volvieron algo común cuando nos quedábamos a deshoras en la escuela, de tal suerte que el atractivo ya no era ver películas sino oír esos extraños ruidos, hasta que un día decidimos no quedarnos más. Ya habíamos tenido lo suficiente.
La última vez que oímos ruidos fue una tarde de domingo. Yo cuidaba la biblioteca los domingos para cumplir con mis horas de servicio social, casi nadie iba, excepto uno que otro desbalagado a jugar ajedrez y mis amigos a perder el tiempo. Ese día decidimos quedarnos a oír ruidos, alrededor de las 9 de la noche oímos que la puerta de atrás se abría, como siempre fuimos a ver y la puerta seguía con llave. Business as usual, excepto que al regresar a la biblioteca escuchamos un llanto fuerte de bebé. Jamás habíamos escuchado algo así y en ese momento se nos heló la sangre. Salimos corriendo y dejamos la puerta de la prepa abierta. Una hora más tarde regresamos. La puerta de la biblioteca se quedó abierta porque no nos atrevimos a entrar a cerrarla.
Cerramos la puerta principal de la prepa y no volvimos a querer oír ruidos nunca más.
sábado, 27 de febrero de 2010
De ilegal en Cachanía
No sé si todavía se hagan, pero cuando era chico una vez al año en algún pueblo del estado se efectuaban las olimpiadas juveniles estatales. No era un evento menor, ya que llegaban equipos de todos los municipios a participar en: beisbol, futbol, basket, atletismo, volley. Es decir, un chamaquero de la fregada.
Muy famoso fue el comercial en el desaparecido canal 8 promoviendo que las familias recibiéramos deportistas de otros lugares cuando en Guerrero Negro fuimos anfitriones. En este salían dos señoras en el infonavit teniendo la siguiente conversación, o al menos, así la registra mi memoria
- Oooye Chhaaava, no vas a participar en las convivencias DIF?
- Noo, ya estoy muy grande, no voy a participar
- Pero tú también puedes participar
- ¿Ah sí?, ¿ y cóoomo?
- Pues recibiendo en tu casa a un niño
y hasta aquí llegó el corrido, no recuerdo como terminaba, lo que es cierto es que durante años en el pueblo era típico decir Oooye Chaava.
La última vez que participé fue en basket, tenía 14 años y estaba en primer semestre de prepa. Ese año los juegos eran en ciudad Constitución y yo iba en la selección del municipio de Mulegé categoría juvenil B. Yo creo que éramos muy malos porque nos despacharon rapidito, perdimos los juegos de la primera ronda y órale, a su casa cabrones, ya no tienen nada que hacer aquí. Yo, en mi fantasía de estudiante de prepa que ahora si tenía que ser responsable, no como en la secundaria (JA!, 3 meses me duró el embrujo) decidí no esperar a regresarme con el resto del equipo, sino que agarré por mi cuenta un camión y ahí les vengo solo de regreso a Guerrero Negro.
Al llegar a Cachanía tal vez recordarán que a un lado de la terminal había una oficinita de migración,¿no?, bueno, el caso es que ahí estaba y a los pinches gordos que ahí trabajaban les dió por pedirnos documentos de identificación a los que veníamos en el camión. Yo a mi 14 años no traía ni como comprobarles que mi amá me había dado permiso, lo único que traía en la cartera era el carnet de las comidas que nos habían dado, donde unos soldados nos daban unos frijoles malos que batían con un barrote. Como este resultó insuficiente para acreditar mi nacionalidad mexicana, me pasaron a su oficina.
-A ver morro, canta el himno nacional
y ahí tienen a su pendejo, Mexicanos al gritoo de gueeerra
- Se me hace que te lo aprendiste para el viaje,
y que me señala un mapa que tenían colgado en la pared
- A ver dónde está ...
y empezaron con una lista de pueblos de sabrá Dios donde, como no me supe ni uno solo me dijeron
- ¿Ves como si eres del Salvador?, no conoces México
- No, les reviré, a mi pregúntame por ciudades grandes o pueblos de aquí de la Baja y te los conozco todos, pero para allá para tu rancho no conozco.
-¿Ahh si cabroncito?, vas a ver, te vamos a deportar al Salvador
para entonces yo ya estaba medio encabronado porque me iba a dejar el camión y que agarro el teléfono sin pedírselo
- ¿A quien le vas a hablar?
- Al 2-00-18 a mi tío Cachora para que venga y te ponga unos putazos
- Ahh ¿eres sobrino del Cachora?
- Sí
- Está bueno pues, te puedes ir
y mientras salía me despedí cordialmente
- Ande puto, no que no.
Muy famoso fue el comercial en el desaparecido canal 8 promoviendo que las familias recibiéramos deportistas de otros lugares cuando en Guerrero Negro fuimos anfitriones. En este salían dos señoras en el infonavit teniendo la siguiente conversación, o al menos, así la registra mi memoria
- Oooye Chhaaava, no vas a participar en las convivencias DIF?
- Noo, ya estoy muy grande, no voy a participar
- Pero tú también puedes participar
- ¿Ah sí?, ¿ y cóoomo?
- Pues recibiendo en tu casa a un niño
y hasta aquí llegó el corrido, no recuerdo como terminaba, lo que es cierto es que durante años en el pueblo era típico decir Oooye Chaava.
La última vez que participé fue en basket, tenía 14 años y estaba en primer semestre de prepa. Ese año los juegos eran en ciudad Constitución y yo iba en la selección del municipio de Mulegé categoría juvenil B. Yo creo que éramos muy malos porque nos despacharon rapidito, perdimos los juegos de la primera ronda y órale, a su casa cabrones, ya no tienen nada que hacer aquí. Yo, en mi fantasía de estudiante de prepa que ahora si tenía que ser responsable, no como en la secundaria (JA!, 3 meses me duró el embrujo) decidí no esperar a regresarme con el resto del equipo, sino que agarré por mi cuenta un camión y ahí les vengo solo de regreso a Guerrero Negro.
Al llegar a Cachanía tal vez recordarán que a un lado de la terminal había una oficinita de migración,¿no?, bueno, el caso es que ahí estaba y a los pinches gordos que ahí trabajaban les dió por pedirnos documentos de identificación a los que veníamos en el camión. Yo a mi 14 años no traía ni como comprobarles que mi amá me había dado permiso, lo único que traía en la cartera era el carnet de las comidas que nos habían dado, donde unos soldados nos daban unos frijoles malos que batían con un barrote. Como este resultó insuficiente para acreditar mi nacionalidad mexicana, me pasaron a su oficina.
-A ver morro, canta el himno nacional
y ahí tienen a su pendejo, Mexicanos al gritoo de gueeerra
- Se me hace que te lo aprendiste para el viaje,
y que me señala un mapa que tenían colgado en la pared
- A ver dónde está ...
y empezaron con una lista de pueblos de sabrá Dios donde, como no me supe ni uno solo me dijeron
- ¿Ves como si eres del Salvador?, no conoces México
- No, les reviré, a mi pregúntame por ciudades grandes o pueblos de aquí de la Baja y te los conozco todos, pero para allá para tu rancho no conozco.
-¿Ahh si cabroncito?, vas a ver, te vamos a deportar al Salvador
para entonces yo ya estaba medio encabronado porque me iba a dejar el camión y que agarro el teléfono sin pedírselo
- ¿A quien le vas a hablar?
- Al 2-00-18 a mi tío Cachora para que venga y te ponga unos putazos
- Ahh ¿eres sobrino del Cachora?
- Sí
- Está bueno pues, te puedes ir
y mientras salía me despedí cordialmente
- Ande puto, no que no.
domingo, 14 de febrero de 2010
Tijuana
No hemos tenido tiempo de velar nuestros muertos.
Y siguen llegando, uno tras otro,
en rios interminables de culpables e inocentes.
y los rostros se vuelven difusos
mientras nos vamos acostumbrando
a la cotiedaniedad de los disparos
Rigo, Riguito,
hijo nuestro, niño hermoso
¿Por qué no podemos abrazar a tu padre
y decirle que todo estará bien?
Hoy estamos de fiesta!
cayeron los sicarios!
Pero es una fiesta triste
Sin risas ni danzas
Solo la nostalgia
en una ciudad en ruinas.
Hoy estamos de fiesta!
cayeron los sicarios!
Pero es una fiesta triste
Sin risas ni danzas
Solo la nostalgia
en una ciudad en ruinas.
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