lunes, 22 de agosto de 2022

Un pretexto cualquiera


Agazapado tras los restos de un carro acechaba a una mujer que paseaba a su perro. La había seguido por un par de cuadras y no se había dado cuenta de mi presencia. Era una mujer alta y todavía caminaba con paso fuerte, desde lejos podía decirse que estaba bien alimentada y su ropa no se veía desgastada. En otros tiempos hubieramos dicho que era normal, en estos días era algo totalmente fuera de lo común. Su perro jugueteaba estirando su correa de un lado a otro, se notaba que estaba feliz de estar en la calle. La mujer parecía demasiado tranquila, empecé a sospechar que podría ser una trampa, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr. En cuclillas, contuve la respiración para no hacer ruido y el perro finalmente estuvo a mi alcance. De un solo movimiento mi machete atravesó el cuello del animal que apenas alcanzó a medio chillar mientras se desangraba. Se convusionó un par de veces y murió. Me paré y la mujer seguía ahí; pensé que habría salido corriendo asustada, pero no; me miraba fijamente con sus ojos tristes. Los musculos de su cuello estaban tensos como si esperara a que también la matara pero estuviera resignada a su destino. Su presencia me puso nervioso y alcé el machete para asustarla, pero ella no se movió. Tampoco parecía conmovida por la muerte de su perro. Se veía cansada, ¿pero acaso no lo estamos todos? me di la media vuelta y tomé mi presa. La mujer finalmente cayó de rodillas mientras me alejaba.

Había organizado mi escondite en un edificio de departamentos, no estaba solo, compartía el edificio con otros dos derelictos como yo. No éramos amigos, pero a veces compartíamos algo de comida y había incluso algo de confianza entre nosotros; eso nos permitía domir más o menos tranquilos. Entré al edificio y no vi señales de mis vecinos, tal vez más tarde les compartiría un poco del perro, era un animal grande y bien alimentado, tenía mucha carne sobre sus huesos, seguro me sobraría un poco. Destacé mi presa y procedí a encender el fuego. La imagen de la mujer mirándome fijamente me daba vueltas en la cabeza. ¿Cuál sería su historia? ¿Por qué pasearía despreocupada como si estuviera en el 2018? Una idea me llevó a un recuerdo y otro más y así terminé en el día que todo empezó.
 
Era una tarde de finales de otoño, estaba en el supermercado comprando la despensa semanal. La escasez de alimentos se empezaba a agravar. Estábamos de nuevo como en el 2020, pero esta vez era aun más serio. Apenas hacía un par de años de que habíamos declarado el fin de la pandemia y los ánimos aún eran sombríos por la inflación y la guerra. La siguiente pandemia atacó más rápido y fuerte que el COVID. Este nos encontró desprevenidos y mal preparados. Esta vez estamos cansados y hartos. Si en el 2020 nos habíamos llenado de miedo, ahora lo que teníamos era un coraje contenido. Había encontrado todo lo que quería excepto queso parmesano, esa era para mí una señal irrefutable de que la civilización se estaba yendo a la mierda. Respiré profundamente y fui por un poco de queso fresco. Haciendo línea en carnes frías estaba un tipo con un trozo de queso parmesano en la mano. No era un trozo grande, un simple triangulito de ese queso de Winsconsin que etiquetan para que parezca italiano, buen queso, pero nada extraordinario. Sin embargo era el último cachito de parmesano. Chingue su madre, me dije, si ya va a empezar la purga, un queso parmesano es tan buen pretexto como cualquier otro. Tomé una botella de vino y sin la menor advertencia se la estrellé en la cabeza. El tipo cayó inmediatamente y me agaché a tomar el queso que acababa de cazar. Caminé tranquilamente hacia la salida sin que nadie intentara detenerme. No me detuve a pagar mi cuenta, y los empleados simplemente se limitaron a verme pasar. Esto fue el detonante, el resto de clientes empezaron a saquear la tienda. Un par de horas más tarde la mitad de los comercios de la ciudad estaban en llamas. Al día siguiente las ambulancias y hospitales habían sido vandalizados. Mientras tanto yo en casa, tranquilamente me preparaba una carbonara.