Llegamos a la embajada de Kuwait en El Cairo a mediodía, en aquel lejano 2005 no teníamos relaciones diplomáticas entre México y Kuwait y nos iban a dar visa como favor personal del embajador de Kuwait al embajador mexicano, porque eran compas y él abogó por nosotros.
El edificio de la embajada estaba bastante pinche, una larga pared blanca que remataba en una puerta negra de grueso metal. Tocamos el timbre y se abrió una ventanita en la puerta. Un militar nos preguntó qué queríamos y le respondí en inglés con toda la historia. Abrió la puerta y nos dejó pasar.
Entramos a un pequeño patio al aire libre que tenía en el medio un detector de metales, había que pasar por este antes de entrar al edificio de la embajada propiamente dicho. El militar, un jovencito de apenas unos 25 años, nos dijo muy serio mientras nos apuntaba con su AK 47.
- Quítense todo lo que traigan de metal y pasen por el detector, más les vale que no suene.
Estuve a punto de encuerarme, pero me armé de valor y solo me quité: cinto, zapatos y todo lo que traía en las bolsas del pantalón.
Una vez que pasamos el detector, el militar se relajó, bajó el arma y se portó amable. Nos presentó con una muchacha que le iba a hacer saber al embajador que ya habíamos llegado. Nos dejaron solos esperando en un largo pasillo con ventanas pequeñitas y sillas de plástico, que daban la impresión de ser un hospital del IMSS vacío; así de pinche.
Transcurrieron unos veinte minutos hasta que finalmente llegó el cónsul, un tipo delgado, muy amable, que nos hizo saber que él nos atendería por encargo del embajador. Nos invitó a pasar a su oficina, mientras nos explicaba que el trámite iba a tomar más de lo normal por el tema de la falta de relaciones diplomáticas entre nuestros países. En eso reparó en mí y dijo
- oh, trajeron intérprete y le respondí
- no, soy mexicano
- nahh, qué mexicano vas a ser, tú eres del barrio de [inserte aquí nombre de barrio en El Cairo] y dicho esto, me empezó a hablar en árabe
- en serio, soy mexicano, le respondí mientras le mostraba mi pasaporte. Me lo regresó mientras me examinaba con una mirada divertida de desconfianza.
Atravesamos un patio interior y llegamos a su oficina donde nos invitó un té. Y ahí empezaron mis compas, chingue y chingue con que si en Kuwait había alcohol. Nos trajeron un té riquísimo y de ahí agarré vuelo en la plática con el cónsul. Resultó que alguna vez había venido a Puerto Vallarta a pescar, me recomendó lugares para ir a cenar en Kuwait City, me preguntó cómo era el desierto de Baja California. Y mientras tanto, mis compas chingue y chingue con el alcohol. No, no se puede pistear en Kuwait, ya, contentos?.
Nos trajeron más té y yo encantado, entró alguien y saludó en árabe, como no supe responder, el cónsul me empezó a dar clases de árabe
- Con esa cara no puedes andar en la calle sin saber saludar, además todavía no me convences de que eres mexicano.
Finalmente nos trajeron los pasaporte visados y mis compas todavía necios con el alcohol. Cuando nos íbamos el cónsul me tomó por el brazo y me dijo muy serio
- mira, tus amigos si quieren conseguir alcohol en Kuwait lo van a poder hacer, pero es un riesgo muy grande, no los acompañes.
- no, no te preocupes, mi tiempos de borrachera ya pasaron, no me molesta estar días sin una cerveza
- bueno, espero no te metas en problemas, pero si te metes en problemas, háblale a mi primo, dile que yo te di su tarjeta, él es una persona muy influyente allá y te puede ayudar.
Me dio su tarjeta y la del primo, nos despedimos, me dijo algo en árabe y le respondí en español
- Sale pues bato, muchas gracias por el té!
-