Desde su llegada a Guerrero Negro estaba destinado a convertirse en una leyenda, pues no era el inmigrante común procedente de Santa Rosalia o algún otro pueblo cercano. Era un doctor que venía desde la ciudad de México. Si mi memoria no me falla estuvo un tiempo en el hospital de exportadora de sal y luego fue el primer director de hospital del IMSS, el cual provocó que se cerrara el antiguo hospital de exportadora.
El Dr. Luis Andrés Lagarde era un hombre alto, tal vez de 1.90 mts, muy delgado y bastante arrugado, lo que lo hacía verse más viejo de lo que probablemente era. Era un hombre sumamente culto, amigo personal de Octavio Paz y de José Lopez Portillo, Pepe no era galán, por eso lo echábamos en el asiento de atrás del coche, nos dijo una vez en clase de historia.
El misterio que rodeaba a su persona se debía a dos cosas, primero su esposa Zura, una mujer extremadamente guapa y tal vez 40 años menor que él. Y la otra ¿qué hace un hombre de su calibre, acostumbrado a vivir en el DF en un pueblo como Guerrero Negro?.
Desafortunadamente no traté mucho a Zura, solo la miraba al pasar admirándola como todo mundo por su hermosura, de hecho su nombre es Beatriz, Zura es la manera cariñosa en que el doc lagarde llamaba a su esposa por su belleza. El doc. Lagarde no era rico lo cual aumentaba el misterio. ¿Por qué una mujer tan joven y tan bella terminó casada con un viejo pobre? Tal vez quien la haya tratado sepa su historia, yo la desconozco, sin embargo al conocer al doc y ver como la trataba como una reina me parece comprensible que haya decidido ser su esposa.
El por qué llego a Guerrero Negro hasta donde yo sé, y pudiera estar equivocado, se debió a una fuerte decepción. El doc tenía junto con otros doctores amigos una clínica en la ciudad de México y algún problema tuvieron de esos que son tan comunes cuando hay dinero de por medio, que lo sacaron de la sociedad. Así, el doc decepcionado por la traición de sus amigos busco el punto más alejado a donde irse y terminó en Guerrero Negro sin saber lo que le esperaba. Me imagino que sus primeras amistades serian el ingeniero Bremer y Enrique Achoy y por razones profesionales trataría al Dr. Noyola.
Para cuando entré a la prepa el doc ya estaba enamorado de Guerrero Negro y escribía con una prosa magnífica crónicas del pueblo o pequeños cuentos. También escribía poesía, la cual, desafortunadamente no estaba a la altura de tan ilustre personaje.
El Dr. Luis Andrés Lagarde era un hombre alto, tal vez de 1.90 mts, muy delgado y bastante arrugado, lo que lo hacía verse más viejo de lo que probablemente era. Era un hombre sumamente culto, amigo personal de Octavio Paz y de José Lopez Portillo, Pepe no era galán, por eso lo echábamos en el asiento de atrás del coche, nos dijo una vez en clase de historia.
El misterio que rodeaba a su persona se debía a dos cosas, primero su esposa Zura, una mujer extremadamente guapa y tal vez 40 años menor que él. Y la otra ¿qué hace un hombre de su calibre, acostumbrado a vivir en el DF en un pueblo como Guerrero Negro?.
Desafortunadamente no traté mucho a Zura, solo la miraba al pasar admirándola como todo mundo por su hermosura, de hecho su nombre es Beatriz, Zura es la manera cariñosa en que el doc lagarde llamaba a su esposa por su belleza. El doc. Lagarde no era rico lo cual aumentaba el misterio. ¿Por qué una mujer tan joven y tan bella terminó casada con un viejo pobre? Tal vez quien la haya tratado sepa su historia, yo la desconozco, sin embargo al conocer al doc y ver como la trataba como una reina me parece comprensible que haya decidido ser su esposa.
El por qué llego a Guerrero Negro hasta donde yo sé, y pudiera estar equivocado, se debió a una fuerte decepción. El doc tenía junto con otros doctores amigos una clínica en la ciudad de México y algún problema tuvieron de esos que son tan comunes cuando hay dinero de por medio, que lo sacaron de la sociedad. Así, el doc decepcionado por la traición de sus amigos busco el punto más alejado a donde irse y terminó en Guerrero Negro sin saber lo que le esperaba. Me imagino que sus primeras amistades serian el ingeniero Bremer y Enrique Achoy y por razones profesionales trataría al Dr. Noyola.
Para cuando entré a la prepa el doc ya estaba enamorado de Guerrero Negro y escribía con una prosa magnífica crónicas del pueblo o pequeños cuentos. También escribía poesía, la cual, desafortunadamente no estaba a la altura de tan ilustre personaje.
En la prepa, desde que entramos todos disfrutáramos de la llegada del Dr. En su pickup ford de exportadora de sal, con su casco amarillo que el Huichol le quitaba cuando entraba y caminaba enfrente de él arremedándolo ante la risa de todos y la sonrisa cómplice del doc, que seguramente disfrutaba del espectáculo más que todos nosotros.
Mi primera clase con el doc fue en tercer semestre, literatura I, y está demás decir que el doc lo sabía prácticamente todo. Los primeros días fueron bastante aburridos, ya saben, el popol vuh y a seguir el plan de estudios de la sep. hasta que a la tercera o cuarta clase se enfadó, tiró el plan de estudios y nos llegó con un altero de libros y a partir de ahí empezó el viaje.
El doc leía y nosotros escuchábamos admirados de que alguien pudiera leer así. Lloramos con la muerte del Coronel Sabines. Impresionado, el Chema salió de la prepa una noche a agarrar el camión hacia Ensenada para comprar Canek. Nos reímos con las anécdotas de Octavio Paz , Juan Rulfo, Juan José Arreola, Xavier Villaurrutia y demás escritores de la época. Lo que no pudo lograr fue convencernos de practicar su culto a Sor Juana. Antes de Zura Sor Juana alguien escribió alguna vez en el pizarrón, en clara alusión a su edad y a la admiración que profesaba por ella.
El doc trató muchas veces en vano de civilizarnos; fue particularmente divertido cuando pasó al Bombo, un compañero típico sudcaliforniano, ancho y bronco a leer poesías de amor. Obvio que el experimento no resultó y el doc iba a una esquina del salón y recargando la frente en su antebrazo exclamaba no,no,no, no! y luego a la otra esquina ¿por qué a mi Dios mio?, ¿por qué a mí?
Después intentó con un concurso de oratoria que terminó en gran discusión cuando el Jorge dijo que no sé cuántos niños morían al año por el uso del condón. Cuando pasaba a alguien al pizarrón simple y sencillamente se aburría y se dormía en clase; en una de estas ocasiones el Cruz le quitó un zapato y se lo escondió. !Devuélvanme mi zapato monstruos! decía por los pasillos con una sonrisa cómplice ante la travesura.
Al terminar casi todas las clases el doc se esperaba a que estuviéramos un poco descuidados y se volteaba y con sus grandes manazas daba un golpe al escritorio mientras decía, casi gritando Sean Rebeldes!, hagan algo, una huelga, algo, están vivos!
Su método de calificar era bastante heterodoxo, el primer mes le dio la lista al Cruz y le dijo A sus amigos póngales diez y a los que le caigan gordos póngales cerito. El Cruz a todos nos puso 9 menos al Jorge, a él le puso 7. Y dos meses después cuando en vez de darle la boleta a Cruz para que calificara se la dio a Jorge diciéndole A sus amigos póngales diez y a los que le caigan gordos póngales cerito. Y adivinen ustedes lo que pasó.
Cuando el examen final de historia el dodongui escribió güelga y el doctor indignado preguntó ¿qué?, ¿quién escribió esto?, ¿usted Sergio?, usted es un monstruo, largo de aquí, fuera monstruo, fuera. Después recargado en el escritorio escondió su cara entre los brazos dejó pasar unos segundos antes de sacar un ojo y preguntar ¿ya se fue el monstruo?.
Muchas veces llegaba antes de clases o se quedaba un rato después a convivir, recuerdo haber jugado varias partidas de ajedrez con él en la biblioteca y tal vez estas fueron las que hicieron que me recomendara para un trabajo organizando la biblioteca del parque cuando recién se fundó. Yo le decía que había que poner mesas de ajedrez afuera y él me decía que no, porque el jugador de ajedrez no necesariamente era una persona educada y una biblioteca requiere silencio.
Lo vi pocas veces después de que salí de la prepa: en algunas fiestas en casa del ingeniero Bremer, en la graduación de Pedro y Nuria, alguna vez en la tienda de mi mamá.
Muchas veces pensé en ir a visitarlo a invitarlo a jugar ajedrez pero la verdad no me animé, el que yo quisiera platicar con él no significaba que él quisiera tener a un mocoso impertinente en su casa. En fin.
¿no les ha pasado que conocieron a una persona demasiado pronto?, me imagino que si el doc viviera todavía tendría tantas cosas de que hablar con él y por supuesto que ya no me daría pena visitarlo. Cuando pienso en los maestros que han marcado mi vida el doc ocupa un lugar especial y me emociona recordarlo lleno de vida gritándonos ¡Sean Rebeldes!
Mi primera clase con el doc fue en tercer semestre, literatura I, y está demás decir que el doc lo sabía prácticamente todo. Los primeros días fueron bastante aburridos, ya saben, el popol vuh y a seguir el plan de estudios de la sep. hasta que a la tercera o cuarta clase se enfadó, tiró el plan de estudios y nos llegó con un altero de libros y a partir de ahí empezó el viaje.
El doc leía y nosotros escuchábamos admirados de que alguien pudiera leer así. Lloramos con la muerte del Coronel Sabines. Impresionado, el Chema salió de la prepa una noche a agarrar el camión hacia Ensenada para comprar Canek. Nos reímos con las anécdotas de Octavio Paz , Juan Rulfo, Juan José Arreola, Xavier Villaurrutia y demás escritores de la época. Lo que no pudo lograr fue convencernos de practicar su culto a Sor Juana. Antes de Zura Sor Juana alguien escribió alguna vez en el pizarrón, en clara alusión a su edad y a la admiración que profesaba por ella.
El doc trató muchas veces en vano de civilizarnos; fue particularmente divertido cuando pasó al Bombo, un compañero típico sudcaliforniano, ancho y bronco a leer poesías de amor. Obvio que el experimento no resultó y el doc iba a una esquina del salón y recargando la frente en su antebrazo exclamaba no,no,no, no! y luego a la otra esquina ¿por qué a mi Dios mio?, ¿por qué a mí?
Después intentó con un concurso de oratoria que terminó en gran discusión cuando el Jorge dijo que no sé cuántos niños morían al año por el uso del condón. Cuando pasaba a alguien al pizarrón simple y sencillamente se aburría y se dormía en clase; en una de estas ocasiones el Cruz le quitó un zapato y se lo escondió. !Devuélvanme mi zapato monstruos! decía por los pasillos con una sonrisa cómplice ante la travesura.
Al terminar casi todas las clases el doc se esperaba a que estuviéramos un poco descuidados y se volteaba y con sus grandes manazas daba un golpe al escritorio mientras decía, casi gritando Sean Rebeldes!, hagan algo, una huelga, algo, están vivos!
Su método de calificar era bastante heterodoxo, el primer mes le dio la lista al Cruz y le dijo A sus amigos póngales diez y a los que le caigan gordos póngales cerito. El Cruz a todos nos puso 9 menos al Jorge, a él le puso 7. Y dos meses después cuando en vez de darle la boleta a Cruz para que calificara se la dio a Jorge diciéndole A sus amigos póngales diez y a los que le caigan gordos póngales cerito. Y adivinen ustedes lo que pasó.
Cuando el examen final de historia el dodongui escribió güelga y el doctor indignado preguntó ¿qué?, ¿quién escribió esto?, ¿usted Sergio?, usted es un monstruo, largo de aquí, fuera monstruo, fuera. Después recargado en el escritorio escondió su cara entre los brazos dejó pasar unos segundos antes de sacar un ojo y preguntar ¿ya se fue el monstruo?.
Muchas veces llegaba antes de clases o se quedaba un rato después a convivir, recuerdo haber jugado varias partidas de ajedrez con él en la biblioteca y tal vez estas fueron las que hicieron que me recomendara para un trabajo organizando la biblioteca del parque cuando recién se fundó. Yo le decía que había que poner mesas de ajedrez afuera y él me decía que no, porque el jugador de ajedrez no necesariamente era una persona educada y una biblioteca requiere silencio.
Lo vi pocas veces después de que salí de la prepa: en algunas fiestas en casa del ingeniero Bremer, en la graduación de Pedro y Nuria, alguna vez en la tienda de mi mamá.
Muchas veces pensé en ir a visitarlo a invitarlo a jugar ajedrez pero la verdad no me animé, el que yo quisiera platicar con él no significaba que él quisiera tener a un mocoso impertinente en su casa. En fin.
¿no les ha pasado que conocieron a una persona demasiado pronto?, me imagino que si el doc viviera todavía tendría tantas cosas de que hablar con él y por supuesto que ya no me daría pena visitarlo. Cuando pienso en los maestros que han marcado mi vida el doc ocupa un lugar especial y me emociona recordarlo lleno de vida gritándonos ¡Sean Rebeldes!