Pancho tenía la costumbre de tomarme por sorpresa y desafortunadamente esta vez me sorprendió al pasar por el edificio del CECUE y me topé con un altar de muertos dedicado a él. Les agradezco a los alumnos que hayan tenido el gesto de honrarlo de esa manera.
Pancho fue mi compañero en la facultad, él ya había estudiado filosofa y letras cuando entró a estudiar una segunda carrera; licenciado en ciencias computacionales. Yo estaba en física pero compartimos muchas materias desde primer semestre: calculo I,II, III y IV, Geometría analítica, álgebra y me imagino que algunas materias más de matemáticas que de momento no recuerdo.
Él era mayor que el resto de la clase, ya estaba casado y con hijas y por lo mismo era un gran punto de apoyo, porque daba una visión madura a muchos problemas y discusiones. Yo, irreverente que siempre he sido, lo desacralizaba diciéndole Pancho Venereo en lugar de Venegas que era su apellido. Y nomás sonreía y me tenia paciencia.
Lo recuerdo con su bolita: Concha, Eloisa, Vicky, fumando y con su sonrisa franca y su gran bigote. A veces hablábamos de matemáticas pero no recuerdo que fuera un fanático, tampoco lo recuerdo jugando ajedrez como aparece en su altar. Lo que sí recuerdo es que era un gran conversador.
Luego yo me atrasé en la escuela y él siguió avanzando con el mismo grupo. Ya no platicamos tanto como cuando éramos compañeros pero nunca dejamos de tocar base de cuando en cuando.
Cuando salimos de la escuela nos encontrábamos de vez en vez en eventos relacionados con la industria del software e invariablemente terminábamos hablando sobre la falta de complejidad en los proyectos que atacábamos en la región. Nunca supe a ciencia cierta qué puesto tenía en aquellos días, había cosas más interesantes que platicar que la pompa y circunstancia del protocolo en la U.A.B.C.
Un día me lo encontré bastante delgado en el café tomas de la calle diez y lo saludé efusivamente como era mi costumbre Pancho Venéreo! le dije y volteo a verme y me dijo Tu cara se me hace conocida pero no me acuerdo de tu nombre. Y se me vino la noche encima. ¿qué te pasó Pancho? le pregunté y me empezó a contar de su enfermedad. Mi amigo, ese hombre inteligente de comentarios ácidos y sonrisa franca se había ido y no sabíamos si iba a regresar.
Ahora que me entero accidentalmente de su muerte no puedo dejar de sentir nostalgia y un poco de coraje por todas las conversaciones que nunca pudimos tener.
Pancho, donde estés Un abrazo!
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