martes, 15 de mayo de 2018

Mr. Márquez y Rosalinda

Mr. Márquez
El profe Márquez era la mismísima esencia de lo cool. Era como una embajada andante de Nueva York, Manhattan aparecía un metro enfrente y desaparecía a un metro atrás de sus pasos. Con su sonrisa a flor de piel, el comentario certero a veces con un poco de sarcasmo y un ligera afición por las teorías de conspiración, lo hacían uno de mis maestros favoritos. 
Fue mi maestro de inglés en tercero y cuarto semestre de la prepa. Tenía un método muy particular de enseñar, nos obligó a esforzarnos al máximo, tuvimos que leer a Kafka en inglés, artículos del New Yorker, poemas de Walt Whitman, es decir, cosas complejas que nos obligaron a extender nuestras habilidades. No sé que tan correcto sea este método pero a mí me motivó a superarme y en cuarto semestre leí, diccionario en mano, mi primer libro en inglés; The sound and the fury de William Faulkner.
En la fiesta de graduación

Con Mr. Márquez aprendí de música y a apreciar la calidad de unas buenas bocinas. Escuché a OMD, Manhattan Transfer, The Cure y una larga lista de música que para mí era desconocida. Conocí el GQ y la pintura de Modigliani. El profe era sofisticado pero no un snob, podía tomarse una tecate roja con nosotros y reírse de nuestras babosadas.

Años después lo tuve de compañero en Samex en Tijuana y compartimos durante muchos meses oficina. Allí me enseñó a tener paciencia y no ponerme de mal humor cuando las cosas no salieran bien en el trabajo. El usaba un programa que escribí y que tenía un error que nunca pude resolver; a veces después de un rato de estar trabajando se cerraba sin previo aviso. Entonces el profe sonreía y me decía ya se cansó la hermana computadora, la apagaba e iba por un café y a platicar un rato en lo que la hermana computadora descansaba. Regresaba sonriente, prendía la computadora y seguía trabajando como si nada hubiera pasado.

En esos días platicábamos mucho de cine y nos recomendábamos películas y libros, platicábamos de Guerrero Negro y él pensaba que algún día volvería a trabajar a Exportadora. Algo que en esos días me parecía muy curioso es que no tuviera carro, pero su corazón Neoyorquino lo hacía caminar mucho y utilizar el transporte público. Esto no lo entendí hasta muchos años después.

Lamentablemente falleció hace algunos años mientras estaba de vacaciones. Le dio un ataque cuando se alistaba para ir al teatro. Sus amigos lo seguimos extrañando.

Rosalinda Flores

La profe Rosa era legendaria en la prepa, desde que entrabas ya sabías que tenías que estar preparado para lo peor. Ella daba Química y era dura como ella sola. No era mala, era justa pero la clase tenía un nivel mucho más alto que al que está uno acostumbrado y eso traía como consecuencia una gran cantidad de reprobados.

El primero que sintió de que tan fuerte venía el asunto fue mi compa Chema. Como la fama era que química era la materia más difícil, me compa asumió el reto y dijo fuerte y claro que él quería ser químico y durante el primer mes de clases se encerró por las tardes a estudiar química. Llegó el primer examen y con el un 3.5 para mi compa. Pero todavía no perdía la fe y el siguiente mes siguió estudiando como si no hubiera un mañana pero el resultado del segundo parcial no fue mucho mejor, a lo mejor alcanzó el 4, pero no estoy seguro. Ahí tiró la toalla y volvió a sus hábitos normales y terminó como tantos otros haciendo un Moulinex.

En aquellos días en que la tele mandaba en la publicidad masiva, transmitían un comercial muy frecuentemente; un picador de verduras eléctrico, el mentado pica-lica moulinex, es muy fácil, solo tienes que hacer uno, dos, tres y la cebolla está lista. Y así a los que reprobaban química I, II y III les decíamos que habían hecho un moulinex, ¡y no eran pocos!
Q.F.B. Rosalinda Flores

En primer semestre había que batallar con la nomenclatura inorgánica y aprenderse todas las valencias, no era fácil y requería muchas horas de estudio a las que no estábamos acostumbrados. En tercer semestre era química orgánica y aunque se me hizo más fácil tampoco pude sacarme un 100. Y es que Rosalinda calificaba del 0 al 100 y su cien era algo mítico, como un unicornio. La única vez que supe que alguien se sacó un 100 con ella en química fue el Machetes, e hicimos una carnita asada para festejar el suceso.

La profe se llevaba bien con nosotros, a pesar de ser dura la respetábamos por ser justa, si le chambeabas seguro tendrías resultados, su clase no era aburrida pero tampoco demasiado amena, era lo más parecido a un clase de universidad que se puedan ustedes imaginar. De cuando en cuando se aventaba alguna broma, de la que nos reíamos mucho porque pensábamos que nadie se iba a reír porque era terriblemente mala para contar chistes.


El Cruz y yo nos hicimos muy aficionados a la química y nos pasábamos largas horas en el laboratorio y la profe nos consentía prestándonos la llave para que experimentáramos libremente. Hasta que un día nos cachó mientras intentábamos hacer nitroglicerina y ahí se acabó el corrido, jamás nos dejó volver a poner un pie en el laboratorio, lo cual no estuvo tan mal, capaz que explotábamos toda la prepa y nosotros con ella.

El Cruz estudió Química y yo Física, en gran parte por la motivación que ella nos dio. Creo que el resto de mi generación estaría de acuerdo con que ella nos enseñó a estudiar fuerte y nos preparó para los retos de la universidad. Y por ello, le estoy muy agradecido.


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