sábado, 21 de junio de 2008

Crónica de una noche de abril

Una noche de abril
Sin lugar a dudas yo era el peor estudiante de la facultad de ciencias. Piensen ustedes un defecto de estudiante y muy probablemente lo tenía. ¿No me creen?, pueden ustedes preguntar a Blanquita la secretaria o a la maestra Gloria Rubí, que entonces fungía como coordinadora de la carrera de física, y probablemente se santigüen y pidan a San Judas Tadeo que no les vuelva a tocar un alumno como yo. Prácticamente era un milagro que estuviera por inscribirme al octavo semestre habiendo puesto a prueba todos los límites del reglamento de la universidad.

Me sentía bastante tranquilo, el semestre que iniciaba parecía pesado sin embargo estaba optimista. Solo faltaban un par de semestres y por fin terminaría la escuela. Un par de físicas teóricas me ponían algo nervioso, sin embargo tenía un laboratorio y electrónica digital, que prometían no estar tan difíciles y sentía que eso balanceaba la carga de trabajo. Además tenía algo de dinero ahorrado y podría pasar ese semestre sin trabajar.

La acción empezó rápidamente en electrónica digital. Gladys y Alejandro, mis eternos compañeros de equipo, habían planeado en las vacaciones un proyecto bastante ambicioso y habían convencido a nuestro gran amigo y maestro el Dr. Luis Salas que nos dirigiera. El proyecto original consistía en hacer una tarjeta que insertaríamos en la computadora y tendría entrada para un micrófono, de tal suerte que al captar música con este, la computadora automáticamente escribiera la partitura. Tal vez el día de hoy les parezca extraño pensar hacer una tarjeta para capturar el sonido, pero en aquellos lejanos días de 1993 éstas no venían incluidas en las computadoras y comprarlas como un accesorio era bastante caro. Además era un proyecto de electrónica digital, había que construir algo de electrónica ¿no creen?

Durante las primeras dos semanas nos dimos cuenta que si queríamos terminar antes de que finalizara el semestre el trabajo tendría que dividirse. A mí me tocó hacer la programación, yo la había venido haciendo en todos los proyectos del equipo desde cuarto semestre cuando perdí un disparejo con Gladys y Alejandro. Alejandro, también como siempre, hizo el diseño de la electrónica y a Gladys le tocó ensamblar todo y hacer la investigación teórica de cuanta cosa se nos atorara. Teníamos dos sesiones por semana, en una Luis nos daba clases normales y en la otra revisábamos avances y programábamos las siguientes actividades.
Realmente nos tomamos ese proyecto muy en serio y empezamos a tener una sensación muy agradable conforme avanzábamos. Llegábamos a las sesiones de revisión con la satisfacción de haber hecho nuestra parte y una seguridad absoluta que los otros miembros del equipo habían hecho lo propio. Una relación de confianza plena era la norma. Por supuesto que trabajamos juntos y nos ayudábamos y pasamos muchas horas en el laboratorio integrando el trabajo de los tres. Sin embargo, por la noche en mi casa, mientras escribía los cientos de líneas de código que requirió ese proyecto, una sensación de deber hacia el equipo me acompañaba y para todo fin práctico era como si mis compañeros hubieran estado ahí conmigo. Estoy seguro que ellos en sus casas sentían lo mismo.
La mentada tarjeta de sonido

En aquella época ya se venía haciendo tradición que durante la semana de ciencias la facultad organizara un concurso de computación, el cual era bastante reñido. En una escuela de nerds todo mundo quiere ser el mejor. En un momento de arrojo decidimos inscribirnos, esta decisión la tomamos sin que nuestra tarjetita hubiera leído un solo dato todavía. Como dicen por ahí, nos aventamos al puro valor mexicano.

Poco a poco la fecha se fue acercando y aunque teníamos avances y Luis estaba contento, parecía que no terminaríamos a tiempo para la presentación y el concurso. El jueves anterior a que empezara la semana de ciencias, estábamos trabajando en el laboratorio B2, ya era de noche, tal vez las 8 de una hermosa e inolvidable noche de abril. Acabábamos de revisar todo el circuito, Gladys había tenido que realambrar gran parte porque por un error quemamos un chip y como no había ni tiempo ni dinero para reponerlo modificamos el circuito para que se ajustara al nuevo convertidor analógico-digital que pudimos conseguir. Conectamos todo, Alejandro se acercó el micrófono a la boca y dijo aaaaa. Y ahí estaba, en la pantalla de mi computadora se miraba la onda de sonido.

Lo habíamos logrado. Casi de inmediato tomamos conciencia de lo que había sucedido, yo salí gritando del laboratorio, Gladys y Alejandro se abrazaban de la emoción y luego salieron tras de mí y nos abrazamos los tres brincando, jubilosos, extáticos. Todavía mi corazón se acelera mientras escribo al recordar ese momento. Siendo sinceros creo que nos tomó algo de sorpresa. Ya habíamos hecho tantas pruebas sin que funcionara que no sentíamos la expectación que sería normal al hacer una prueba con un circuito prácticamente nuevo. Pero funcionó.

A partir de ese momento el trabajo no hizo sino aumentar, Gladys y Alejandro tenían que hacer que el circuito estuviera completamente estable y no fallara. Yo tenía que hacer que las gráficas se vieran continuas y si bien no nos iba a alcanzar el tiempo para dibujar las partituras (todavía teníamos esa loca idea) al menos podríamos graficar las frecuencias del sonido. No sé cuantas horas trabajamos durante esos tres días, lo que sí recuerdo es que la noche del domingo no dormí. Tenía que terminar una versión que pudiéramos presentar en la inauguración de la semana de ciencias. Los jueces nos iban a revisar hasta el jueves, sin embargo nuestro compromiso de equipo era estar presentes desde el lunes, mis compañeros confiaban en mí y yo no iba a fallarles. Recuerdo que llegué al Riviera a las 9 de la mañana con un diskette negro y unas ojerotas, Gladys y Alejandro ya estaban ahí montando la presentación. Actualicé la versión del programa y nos preparamos a recibir los primeros visitantes.


La presentación fue un éxito. Nuestro stand era uno de los más visitados, alguien llevó una flauta y los estudiantes de secundaria se la pasaban fascinados tocando y viendo los sonidos mientras nosotros tratábamos de explicarles los conceptos básicos del sonido y sus frecuencias.
Así, llevando una versión nueva por la mañana y otra por la tarde mientras mis compañeros hacían las presentaciones llegamos al jueves, día en que los jueces del concurso calificaban.

Al llegar al Riviera antes de la entrevista con los jueces me vio el director de la facultad, cuyo nombre voy a omitir por razones de prudencia, sin embargo es necesario que quede registro que es un maestro que aprecio y agradezco las atenciones que tuvo cuando anduve sufriendo por los trámites de la titulación. Hecho este breve intermedio procedo. Me miró algo molesto y me preguntó ¿Qué estás haciendo tú aquí?, como les digo la reputación de un servidor no era la mejor y tal vez tuviera el temor de que llegara a organizar una carne asada o me llevara a la raza a surfear. Sorprendido ante la pregunta y el tono, respondí Es que yo escribí el código de la aplicación de sonido que está ahí y vengo a la calificación de los jueces. Esto le causó gran sorpresa y al tiempo que le cambiaba la expresión me deseo suerte y me felicitó porque le gustó el proyecto.
Gladys dando un demo en el Riviera
Luis, Gladys, yo, y Alex celebrando en mi depa
Creo que nos ayudó un poco la electrónica, los jueces que eran licenciados o ingenieros en computación se intimidaban un poco al no saber bien que preguntar. Casi todas las preguntas tenían que ver con la interfaz gráfica y las decisiones de arquitectura que había tomado. Solo Juaritos, que es físico, nos hizo preguntas profundas acerca del diseño del aparato. Respiramos aliviados cuando terminaron las preguntas y nadie preguntó acerca del funcionamiento del algoritmo de transformada rápida de Fourier. La suerte estaba echada.


Durante esos días trabajé de noche y dormía a ratos durante el día, por lo mismo no estuve presente en el momento que anunciaron al ganador. Cuando llegué había un remolino de gente, principalmente estudiantes de computación y tuve la sensación de que todos se me quedaban viendo. En eso veo a Luis Aguilar, mi maestro de física teórica I, que se me acerca sonriendo y me dice Felicidades, ganaron el primer lugar, no alcancé a darle las gracias cuando llegó Gladys y me abraza gritando, Ganamos Ponchillo, ganamos, luego el Alex se nos une y volvemos a saltar gritando. Recuerdo haber visto de reojo que algunos compañeros de computación nos miraban bastante feo. Qué importa, la vida es bella.

En los días posteriores tuvimos que ponernos al corriente en otras materias, en particular sufrimos mucho con mecánica cuántica y los tres nos fuimos a extraordinario. Para mí era común pero para Gladys no tanto. La vida en la facultad cambió un poquito durante esos meses. Realmente hubo gente molesta porque físicos hubiéramos ganado el concurso de computación, y cuando estábamos en el centro de cómputo se nos acercaban a preguntarnos cualquier cosa, y como regularmente no sabíamos la respuesta, invariablemente replicaban ¿Qué no ganaste el primer lugar? Lo más chistoso fueron algunos amigos de computación que dejaron de hablarnos tal vez por cosa de un mes. En fin, de todos modos nuestra vida ya había cambiado.
¿Creen que estoy exagerando?, quizás, sin embargo el siguiente semestre, que ya era el último, los tres exentamos todas las materias. El proyecto se hizo mucho más ambicioso y ahora iba a ser un sistema de reconocimiento de palabras para enseñar a hablar a los sordos. Otra vez trabajamos duro pero era un proyecto que requería más tiempo, tal vez si nos hubiera quedado otro semestre más en la escuela. También nos cambió las perspectivas laborales. Tuvimos una visita de personal de Sanyo que viajó desde Tijuana a Ensenada a especialmente a reclutarnos, tenían un problema de control de calidad que pensaban que con nuestra tecnología podían resolverlo. Yo tuve un par de ofertas adicionales de empleo y me decidí por el Observatorio, Gladys y Alex también tuvieron de donde escoger. Un privilegio raro para recién egresados de la carrera de física.
¿Qué fue de nosotros?, desafortunadamente ya no trabajamos juntos. Gladys y Alex estudiaron la maestría en óptica y trabajan en San Francisco y Ensenada respectivamente. Alex diseña equipo óptico y hace análisis de control de calidad óptico. Yo todavía integro equipos de ingenieros y mi empresa ganó el reconocimiento a una de las mejores 25 empresas de innovación tecnológica del país en el 2005. Al recibir el reconocimiento de manos del secretario de economía, no pude dejar de recordar mi primer equipo y pensar lo diferente que hubiera sido todo si aquel jueves no hubiéramos visto una onda de sonido en la pantalla de mi computadora. Hacía un poco de frío, recuerdo.

4 comentarios:

tinta dijo...

Bien lograda su crónica. Buen retrato.
Me cayó bien ese morro, que clavado. Se lo voy a presentar al León.
Estas anécdotas son las que logran que a los chicos inteligentes les guste la escuela.
Gracias.

EstrellaFugaz dijo...

Nel, creo que yo era la PEOR estudiante de la Fac de Ciencias!!!

jajajja

Saludos Master, siempre vas a ser una inspiracion para mi...

Unknown dijo...

Si Recuerdo ese Concurso, Nosotros quedamos en 3ero... y Marcados como el UNICO concurso (Ni en MateRallys) en el que los Físicos Nos Patearon el Trasero.... Buena Cronica....

Alfonso dijo...

Ramiro
No me tocó competir nunca en materrallys, todavía no existían cuando yo estaba en la escuela. Me hubiera gustado. Tal vez podría haberle vendido los derechos del video del concurso a youporn