jueves, 24 de octubre de 2013

Tarot Reader


Ana Alicia Blengio siempre tuvo pasión por lo misterioso. Ella misma parecía personaje de Poe. Silenciosa, compleja y un poco solitaria. Por eso a nadie debe de extrañar que un día llegara a la prepa con unas cartas del tarot.

En los recesos empezó a leernos la buenaventura de acuerdo a lo que había aprendido probablemente en el instructivo. Si bien era divertido la verdad es que para ser un buen ocultista se requiere de cierta habilidad teatral que Ana Alicia no poseía.

A ver Ana préstamelas, deja yo te las leo.

Y empecé con una historia de fantasía con grandes amores y por supuesto tragedias. Después de Ana Alicia no sé quién siguió, pero rápidamente me hice de clientela y mi fama de tarot reader corrió como reguero de pólvora. Aquí es pertinente hacer un par de aclaraciones. En la prepa éramos solamente tres grupos y tal vez por toda la escuela seríamos unos 60 estudiantes. Así que digamos que mi fama era limitada, pero fama al fin. Además no tenía ni la mínima idea de las reglas del tarot, así que todas eran historias improvisadas usando como base los dibujitos de las cartas pero hasta ahí.

Por alguna extraña razón un día durante el receso largo el prof. Rojo se dejó convencer de que le leyera las cartas. Esto no hubiera sido nada especial si no fuera porque él era mi archienemigo y esto provocaba un morbo especial sobre qué tan atrevida sería mi historia. Por supuesto que no me guardé nada. Empecé con la lucha entre un militar y un bombero por conquistar su amor. Obvio que teníamos un gran público mientras le leía su futuro. Nos divertimos mucho, incluso el profe, que curiosamente lo tomó con filosofía.

Un par de días después estando en clase tuve que salir al baño. De regreso, al pasar por el baño de las mujeres me habló la Mimí

Hey flaco, ven a leernos las cartas

Y ahí les voy. En el baño estaban además Lucy y Ana Alicia. No recuerdo con quien empecé, lo que si recuerdo es que cuando ya teníamos unos minutos en esto, en el pasillo se escucharon los inconfundibles pasos de Carolina Martínez, maestra de inglés y subdirectora. Y en eso el chamuco que vive en mi tuvo una idea y empecé a gritar

¡Auxilio! ¡Auxilio! Me violan, alguien ayúdeme por favor, ya no aguanto más!

Las muchachas, que por supuesto no se esperaban esto, se asustaron. Ana Alicia se metió a un baño y se tapó la cara. Mimí trataba de taparme la boca para que dejara de gritar, sin embargo no tenía mucho éxito. Lucía bloqueaba la puerta y no permitía que el seguro diera vuelta.

¿Qué está pasando ahí? Abran! Gritaba Carolina, con una voz que denotaba más enojo que preocupación.

Por fin Lucía se rindió y abrió la puerta. Afuera no solo estaba Carolina sino tooooooda la escuela que quería enterarse del mitote. Adentro estaban las muchachas asustadas y yo atacado de la risa.

No recuerdo que nos hayan castigado, nos prohibieron volver a llevar las cartas, eso sí.

viernes, 18 de octubre de 2013

Lentes de rayos x




En tiempos anteriores cuando la gente todavía leía revistas, eran comunes los anuncios de cosas que se vendían por correo: cursos de inglés, de carpintería, electrónica y muchos más. Además anunciaban artículos novedosos, entre los que destacaban y que es lo que ocupa nuestra historia, los lentes de rayos x. El anuncio era muy curioso porque no ocultaba hacia qué tipo de gente iba dirigido. Pervertidos. Y no digo que nosotros, alumnos de secundaria al fin y al cabo, no lo fuéramos, pero eso de que con unos lentes pudieras ver desnudas a las morras la verdad se nos hacía muy inocente. 

Total que estando en segundo año, un día el Toño bilingüe Flores llevó unos lentes oscuros a la escuela y como no era algo común, muchos plebes se le quedaban viendo. Nos llamó la atención esto y las mentes tan creativas del Toño, el Pulpo y su servidor empezamos a urdir cómo sacarle provecho a esto. Al Toño fue al que se le ocurrió decir que eran lentes de rayos x y que estábamos viendo bichis a las morras. Yo, como mi mamá vendía revistas, lo cual me convertía automáticamente en un experto del tema, fui el encargado de iniciar el rumor, así como de certificar la autenticidad de estos como reales y verdaderos lentes de rayos x diseñados para ver morras bichis. 

No me costó trabajo iniciar el rumor, simplemente le dije a un par de amigas en confianza que los lentes del Toño eran de los que anunciaban en las revistas y que no pasaran enfrente de él porque las iba a ver desnudas. Con eso bastó, en cuanto vi que ellas empezaban a decirles a otras morras que tuvieran cuidado con los lentes mágicos me regresé con el Toño y el Pulpo y nos dispusimos a disfrutar del espectáculo. 

Sentados en la esquina del salón que está enfrente de la dirección rolándonos los lentes y atacados de la risa, mirábamos correr a las morritas como si fueran gacelas en el Serengueti. En eso pasa por enfrente de nosotros la Santa, caminando normalmente y echándonos una mirada desafiante como diciendo no les creo nada. Pero el Pulpo acabó rápidamente con esa pequeña rebelión. 

Oye Santa, que peludo lo tienes! 

Ayyy hijos de la chingada, los voy a acusar dijo mientras salía corriendo y nosotros soltábamos la carcajada. 

Dos minutos después llegó el profesor Arturo súper encabronado. Sin decirnos nada le quitó los lentes al Toño y se los puso, como para revisar si realmente eran lentes de rayos x. Nos dio tanta risa que un maestro pudiera pensar que los lentes eran reales que no podíamos parar de reir. Por supuesto que el profe Arturo se dió la encabronada de su vida. Temblando de coraje nos agarró como pudo del brazo y nos llevó a la dirección. Ahí entre el profe del Real y el profe Arturo, director y subdirector respectivamente, se dedicaron por cerca de una hora a darnos una buena regañada. Pero no, no era posible que paráramos de reír.

Por supuesto que nos prohibieron que volviéramos a llevar lentes oscuros a la escuela, pero salimos de la dirección victoriosos sin siquiera un reporte.

martes, 8 de octubre de 2013

De sangre azul

Mi apá era de sangre azul. Lo supe desde muy pequeño, desde la serie mundial del 77 contra los yankees. En esos tiempos la televisión en Guerrero Negro funcionaba en base a una repetidora. Llegaban los casetes de la SCT y la programación empezaba a las 4 de la tarde con una hora de caricaturas y luego seguían los documentales, alguna película y todo se terminaba a las 10 de la noche. Así que el concepto de televisión en vivo era algo completamente ajeno para nosotros. El béisbol era por radio. Ese año los yankees traían un equipazo, puro poder al bat y recuerdo haber visto a mi viejo sufriendo hasta que al final los Dodgers terminaron sucumbiendo ante un equipo más poderoso. Por supuesto que mi apá estaba dolido, aunque yo no atinaba a ciencia cierta el porqué. Yo, como todos los niños de mi colonia jugaba béisbol y era algo bien sencillo, ganaras o perdieras era más o menos lo mismo. Al día siguiente tendrías la revancha. Qué lejos estaba entonces de entender las pasiones.

Mi apá de joven había jugado béisbol, y hasta donde entiendo era más o menos bueno, con mucho poder al bat pero lento para correr. Supongo que habrá jugado la primera aunque no estoy seguro y creo que ya no hay nadie a quien preguntarle. Los recuerdo a él y a mi abuela discutiendo sobre alguna anécdota beisbolera, que si el Quillo les daba la base por bolas a 3 solo para ponchar a los tres siguientes por pura diversión e historias así donde uno dudaba de la memoria del otro.
Podrán darse cuenta que si bien no éramos una familia de béisbol como los Talamantes, Arce o Espinoza, el beis sí ocupaba parte de nuestra vida diaria.

Y un día llegó Fernando.

¿Qué puedo decir acerca del Toro que no se haya escrito estos días? Para nosotros, niños beisbolistas de un pueblo en medio de la nada, como el de él, Fernando era un superhéroe; creo que para mi apá también. Eran días de fiesta cuando lo podía ver pichar, y esa inolvidable serie mundial estoy seguro que le debe de haber sabido a gloria. También recuerdo el día que tiró un juego sin hit ni carrera. Cuando cayó el último out mi apá pegaba unos brincotes de la emoción y yo respiraba aliviado de que todo hubiera salido bien. Desesperado prendió la tele de la sala para que todos en la casa vieran en las noticias que no lo estábamos inventando, que sí había tirado un sin hit ni carrera.
Fernando

Recuerdo también años después la serie mundial contra los Atléticos de Oakland. La verdad parecía una tarea imposible. Recuerdo al narrador diciendo Canseco nunca ha bateado un grand slam y justo cuando la bola volaba por arriba de la barda del center field mi apá dijo desolado. Ya valió madre. Y luego vino el home run de Gibson. Fin de la historia, algo tan hermoso merece un mejor narrador.

Después vinieron los años oscuros, recuerdo uno particularmente malo en el que estábamos viendo un juego en su cuarto y se para a batear un tipo que ya habían ponchado dos veces. Rápido se puso abajo en la cuenta 0-2 y de improviso se para mi apá y prende la luz.
Apá para que prendiste la luz si estábamos bien a gusto
Para ver si así ve la bola este pendejo!
 
No recuerdo que haya sentido odio por algún equipo, hasta cuando jugaban los yankees le gustaba ver el juego. Sin embargo siempre tuvo un pequeño resentimiento con los dodgers por la manera en la que terminó la relación con Fernando. Los que saben de béisbol sabrán a que me refiero. No dejó de quererlos pero algo muy dentro se había roto.

Yo nunca fui Dodger aunque me correspondería por herencia, pero ese sentimiento que tenía mi apá terminó haciendo que no pudiera compartir esa afición. Y así he andado, errante, sin equipo, tan solo disfrutando de la belleza del juego. Ayer al verlos perdiendo en la octava me descubrí angustiado y pensé que tal vez sea momento de hacer las paces. Es hora de regresar a casa.

Con aprecio para el más azul de mis amigos: Humberto Amador