En tiempos anteriores cuando la gente
todavía leía revistas, eran comunes los anuncios de cosas que se vendían
por correo: cursos de inglés, de carpintería, electrónica y muchos más.
Además anunciaban artículos novedosos, entre los que destacaban y que
es lo que ocupa nuestra historia, los lentes de rayos x. El anuncio era
muy curioso porque no ocultaba hacia qué tipo de gente iba dirigido.
Pervertidos. Y no digo que nosotros, alumnos de secundaria al fin y al cabo, no lo fuéramos, pero eso de que con unos lentes pudieras ver desnudas a las morras la verdad se nos hacía muy inocente.
Total que estando en segundo año, un día el Toño bilingüe
Flores llevó unos lentes oscuros a la escuela y como no era algo común, muchos plebes se le
quedaban viendo. Nos llamó la atención esto y las mentes tan creativas
del Toño, el Pulpo y su servidor empezamos a urdir cómo sacarle provecho
a esto. Al Toño fue al que se le ocurrió decir que eran lentes de rayos
x y que estábamos viendo bichis a las morras. Yo, como mi mamá vendía revistas, lo cual me convertía automáticamente en un experto del tema,
fui el encargado de iniciar el rumor, así como de certificar la
autenticidad de estos como reales y verdaderos lentes de rayos x
diseñados para ver morras bichis.
No me costó trabajo iniciar el rumor, simplemente le dije a un par de amigas en confianza que los lentes del Toño eran de los que anunciaban en las revistas y que no pasaran enfrente de él porque las iba a ver desnudas.
Con eso bastó, en cuanto vi que ellas empezaban a decirles a otras
morras que tuvieran cuidado con los lentes mágicos me regresé con el Toño y el Pulpo y nos dispusimos a disfrutar
del espectáculo.
Sentados
en la esquina del salón que está enfrente de la dirección rolándonos
los lentes y atacados de la risa, mirábamos correr a las morritas como si fueran gacelas en el Serengueti. En eso pasa por enfrente de nosotros la Santa, caminando normalmente y echándonos una mirada desafiante como diciendo no les creo nada. Pero el Pulpo acabó rápidamente con esa pequeña rebelión.
Oye Santa, que peludo lo tienes!
Ayyy hijos de la chingada, los voy a acusar dijo mientras salía corriendo y nosotros soltábamos la carcajada.
Dos minutos después llegó el profesor Arturo súper encabronado. Sin decirnos nada le quitó los lentes al Toño y se los puso, como para revisar si realmente eran lentes de rayos x. Nos dio tanta risa que un maestro pudiera pensar que los lentes eran reales que no podíamos parar de reir. Por supuesto que el profe Arturo se dió la encabronada de su vida. Temblando de coraje nos agarró como pudo del brazo y nos llevó a la dirección. Ahí entre el profe del Real y el profe Arturo, director y subdirector respectivamente, se dedicaron por cerca de una hora a darnos una buena regañada. Pero no, no era posible que paráramos de reír.
Por supuesto que nos prohibieron que volviéramos a llevar lentes oscuros a la escuela, pero salimos de la dirección victoriosos sin siquiera un reporte.
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