martes, 20 de mayo de 2014

Donando sangre

Eso de tener enfermero en casa es un arma de doble filo, o le pierdes el miedo a las inyecciones o les agarras pavor. Mi caso fue el segundo y es de un grado tal que no puedo ver ni siquiera que inyecten a un mono en las caricaturas. Hay ocasiones en las que me inyecto pero realmente me tengo que sentir muy mal para que eso suceda.
Así que donar sangre no crean que es algo sencillo para mí, de hecho es una de las cosas que me dan más miedo, sin embargo en un par de ocasiones he tenido que enfrentar la aguja frente a frente.

Primer Capítulo

La primera vez que doné fue para una operación de mi mamá, llegué al laboratorio del sanatorio del Carmen en Ensenada ya bastante asustado y nos tuvieron un buen rato esperando como para hacer la agonía más intensa. El primer capítulo fue bastante malo, en teoría solo me iban a sacar un poco de sangre para probar que pudiera donar pero yo vi que me sacaron una jeringota, me dolió mucho y me asusté más. Después pasó Pedro y cuando salió nos tiramos un rato en el jardín en lo que salían los resultados.

Cuando por fin llegó la morra a decirnos que los dos éramos aptos para donar ya habíamos desechado los planes de salir huyendo. Me pasaron primero a mí a la entrevista dichosa, ya saben, que si te inyectas drogas (JA!), número de parejas sexuales y todo tipo de perversiones que me hicieron sentir como si me estuviera entrevistando un sacerdote del Opus Dei. Al final empecé con las negociaciones

--Oye, te doy 20 dólares si pasas primero a mi hermano
--No, no puedo aceptarlos
--Ándale, ¿qué te cuesta?, es más, te doy 40
--Que no, como eres simple, ¿por qué quieres que pase el primero?
--Pues porque me da miedo, entre más me tarde mejor.
--Ya no seas llorón y fírmale de que viniste voluntariamente
--¿Voluntariamente?, ¿quién te dijo que vine voluntariamente?
--¿No vienes voluntariamente?
--¡No, claro que no!, vine a fuerzas porque van a operar a mi amá, si no pura nada que vengo
--De todos modos fírmale y ya no estés haciendo teatros

Cuando me senté en la cama y empezaron a alistar todo la realidad me golpeó con un upper, en unos minutos más iba a estar donando sangre. Cuando mis venas vieron ese pica hielos que dicen que era la aguja, decidieron esconderse y para que la enfermera las encontrara fue una odisea pero finalmente la sangre poco a poco empezó a fluir. Estaba sudando como condenado y la enfermera trataba inútilmente de tranquilizarme. Por fin, después de mucho sufrir en manos de esa versión moderna de Elizabeth Báthory por fin cumplí mi deber de llenar una bolsita de sangre y era turno de mi hermano que tampoco fue muy valeroso que digamos.

Anduve como 3 días con el brazo encogido y cada que lo estiraba me llegaban los recuerdos y mejor lo volvía a encoger. A la semana llegué al auditorio a buscar al Pedro que estaba jugando basket, me encontré al Ivanillo viendo el juego y me presentó a su novia y ella me dijo como en tono de confidencia

--Ves al güerito que trae la pelota? dijo señalando a mi hermano
--Si, ¿qué tiene?
--Fíjate que mi papá tiene un laboratorio y fue a donar sangre y no sabes que miedoso resultó
--¿En serio? a ver cuéntame
--No, pues dicen las muchachas que hasta se andaba desmayando cuando terminó de donar
--Oye, pero ya se ve grande, de más de veinte
--Si, pero lo peor es su hermano, ese si dicen que era bien miedoso
--¿Más grande el hermano o menor? 
--Nooo, mucho más grande, como de treinta dicen 
--No puedo creerlo que un hombre de treinta años ande haciendo panchos solo por donar sangre, si no pasa nada, de veras que es increíble que haya gente así, no entiendo para que va a hacer el ridículo si no se sabe comportar

Y mientras yo decía todo esto el Ivanillo estaba al borde de un ataque de risa haciendo hasta lo imposible por aguantarse. Y estábamos en eso cuando el juego se terminó y el Pedro llegó con nosotros

--¿Qué ondas carnal cómo estás?
 --Bien, aquí el Ivanillo me acaba de presentar a su novia
--Ay, ¿tú eres el hermano miedoso?

Y soltamos la carcajada el Ivanillo y yo.

 Segundo Capítulo

Un par de años después la mamá de unas amigas muy queridas enfermó y la llevaron a Tijuana para su operación y requería donadores de sangre. Así que ahí les voy con todo el miedo del mundo haciendo de tripas corazón.

Por supuesto que la espera fue larga, ya saben el pequeño toque masoquista del químico para hacer su día más llevadero y tener de que platicar el viernes en el bar con los compas. O al menos eso creo. Cuando al fin me sentaron de nuevo estaba todo asustado y agarré mi teléfono y le empecé a marcar a todo mundo tratando de conseguir algo de apoyo moral. Y de nuevo el químico me quiso regañar por miedoso, me pregunto si les darán una materia en la escuela que se llame Regaños I o algo así. Total que lo paré en seco diciéndole

Mire doctor, a mi me da mucho miedo esta onda pero la sangre tiene que salir, así que usted haga lo que tenga que hacer para que la bolsita esa se llene y a mi déjeme hacer mis panchos. ¿Entendido? cada quien a su jale.

Y así después de engordar mi recibo del celular y sufrir mucho la bolsita se llenó y de nuevo duré con el brazo encogido como 3 días.

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