domingo, 15 de mayo de 2016

Julián Vázquez

Nosotros los pata salada jugamos béisbol; era lo que jugaban nuestros padres y es lo que jugamos de niños en la calle. Afortunadamente mi calle, la Venustiano Carranza era muy ancha y podíamos jugar al que cacha batea y si las cosas se ponían más serias y queríamos jugar un partido, atrás de mi casa había un gran baldío que empezaba en la casa de los Gallitos y terminaba con la barda de la escuela primaria.

Por supuesto que a veces se rompían vidrios de las casas e invariablemente salíamos corriendo como si el dueño de la ventana no fuera a saber qué niños habrían estado jugando béisbol afuera de su casa. Cuando esto sucedía, se terminaba el juego por esa tarde pero habría de reanudarse al día siguiente aunque las pelotas perdidas siempre se extrañaban y había que hacer cochinito para comprar una nueva con el Chato en los deportes Marina.

Todos los que jugábamos en esa época tuvimos un mismo maestro/entrenador; Julián Vázquez.
Con Julián entrenábamos en el estadio o en los tres ríos. Y aunque entrenar en el estadio era divertido porque nos hacía sentirnos grandes, a mí me gustaba más ir al tres ríos porque estaba en las afueras del pueblo y era como ir de aventura. En los tres ríos nos hicimos amigos de los de la rueda: El Tony, el Willy, el Bugli, el Eddie y el Cuervo. El Jando, el Bombo y el Pepe no recuerdo con quién jugaban pero eran parte de la clica. Esta amistad después se convertía en rivalidad al jugar partidos de la rueda contra la Venustiano Carranza. En mi equipo el estrella era el Kichuli; el Baby, su hermano, también se volvió muy bueno para jugar pero en esa época estaba muy chiquito. Su papá, Rogelio Espinoza, debe de haber sido caballo, porque recuerdo que cuando iba a su casa tenía muchos trofeos.  También jugaban con la Venustiano Carranza el Pulpo, el Roby, el Rey Villavicencio, el Neto Avila, el Tony Rocha y a veces hasta el Onassis llegaba a jugar

Paco Flores, Baby, Julián, Gordo Velarde,  Tosferina, Pulpo, Tony Rocha, Kichuli,
Yo y Nachito Salgado
Julián era al mismo tiempo muy enojón pero muy paciente; nos tiraba cientos de rolas para que aprendiéramos a poner el guante y el cuerpo en la posición adecuada, pero se ponía fúrico si te daba miedo y volteabas la cara. Lo mismo cuando te aventaba elevados ¡No le baile! gritaba pero seguía al pie del cañón tirando batazos y dando instrucciones cada día de entrenamiento.

Tuvo varios pupilos que se dedicaron de manera profesional al béisbol, pero desafortunadamente hasta donde yo sé ninguno llegó a las ligas mayores. Estoy seguro que se hubiera sentido tan pero tan orgulloso porque gran parte de su vida la dedicó a esto, a enseñarles a los niños a amar este deporte. Algo muy curioso es que parte de su discurso motivacional era prometernos que si entrenábamos duro nos iba a llevar a jugar a Japón y nos contaba que ahí eran muy apasionados con el juego.

Recuerdo un torneo que se organizó en el patio de la primaria, éramos 4 equipos y jugamos dos rondas de todos contra todos y al final el ganador de la primera ronda contra el ganador de la segunda ronda. Ese torneo me encantó porque como era en el pueblo los papás de muchos de nosotros iban a vernos jugar. De este torneo tengo muchos recuerdos: Al profe Min diciéndome que no servía para pichar, a don Pedro Osuna regañándome por barrerme de muy lejos, una barrida que me di por entre las piernas del Bombo para anotar, a la Diabla alegando con un ampayer, al Bugli que hacía caras y no le podía pegar de hit, al Zazueta quedando de campeón jonronero, al Kichuli cachando una línea dura por la espalda en el short stop, a mi apá regañándome porque lloré un día que nos protestaron un juego porque no jugamos todos y era regla del torneo que todos los niños del equipo tenían que jugar siempre. ¿Tienes ganas de llorar?, ¡te voy a dar una razón para que llores! me dijo, pero no me pegó cuando no pude contener las lágrimas. Recuerdo un juego que íbamos perdiendo por 4 carreras y le dimos la vuelta en la última entrada.  En otro juego bateé de foul por la primera, la pelota pegó en la barda del kinder y rebotó rompiendo una ventana y se escuchó un tronido muy fuerte de la televisión de la directora del kinder que ahí mismo vivía o al menos eso fue lo que me dijeron después. Salió su marido bien enojado y yo en vez de correr hacia la primera corrí por la tercera y me seguí hasta la barda y me la brinqué dándome a la fuga. En fin, fue un gran torneo.

En la secundaria cambiamos de entrenador al Jaime (De la Toba?) que era prefecto y entrenador de la selección de la escuela. A veces nos llevaba a entrenar con adultos al estadio y fue muy divertido hasta que llegó un torneo intersecundarias, y su mentado pitcher sorpresa, un zurdito que no lo dejaban ir a entrenar sus papás, pero que nos iba a llevar al estrellato,  terminó hundiéndose como el titanic. En la primera entrada le pegaron no sé cuántos hits y dio no sé cuántas bases por bola y no alcanzó a llegar a la segunda entrada; nos tuvimos que repartir la responsabilidad entre todos, pero de todos modos salimos apaleados. Mientras todo esto sucedía Julian seguía entrenando a los más chiquillos.

La última vez que platiqué con Julián me lo encontré en la calle, yo iba al gimnasio y él al estadio Diabla León. Me dio mucho gusto porque tenía mucho tiempo de no verlo, andaba armando un equipo de jóvenes para jugar segunda fuerza pero para ese entonces yo había dejado el beis por el basket y decliné la invitación. Entonces me empezó a contar que también había jugado basket de jóven y que había estado en la selección de nomeacuerdodonde y me contó una historia de una final cardiaca como de película. No creo esta final haya sucedido, pero me recordó los tiempos en que nos hablaba sobre Japón y me dio ternura porque reconocí su manera de motivar con sus historias de hazañas deportivas que tanto me había impresionado de pequeño.

Hace un par de años me enteré que falleció Julián, espero que alguien haya tomado su batuta y siga su camino, a él le hubiera gustado esto.




3 comentarios:

Unknown dijo...

No cabe duda Poncho, que recordar es vivir, y leerte, siempre es un gusto!
Gracias por compartirnos tus aventuras en el gran Guerrero Negro de tu tiempo.

patricia davis dijo...

me encantan tus historias, me trasladan a mi pueblo en donde fuimos muy felices,

Unknown dijo...

Me gusta mucho leer tus historias, porque son la parte de la vida en mi terruño querido que yo no viví, algunas por la razón de que pues aunque conozco perfecto el deporte del beisbol porque era el preferido de mi, no era algo que como niña me tocara jugar, y otras tantas historias porque salí desde la prepa y siento que no viví plenamente esa etapa de mi vida, porque al no vivir con mis padres limitaban mis salidas y leer tus historias y con todos los que yo conoci en mi niñez hacen como si pudiera al menos compartir una parte de esa historia, curioso verdad? pero así lo siento, siempre leeré tus historias porque con ellas vivo momentos que hubiera querido compartir con mis amigos de infancia, no crean que no agradezco el haber salido a estudiar que estoy segura mis papas lo hicieron porque era lo mejor para mi, me dejaron grandes amigos hasta la fecha y son años vividos que me hacen ser lo que soy, pero como me hubiera gustado vivir mis años de prepa en mi terruño querido. Nere