lunes, 6 de noviembre de 2017

Las máquinas

Finalmente, tal y como se predijo tantas veces las máquinas empezaron a tomar el control, solo que no fue como lo habíamos imaginado. No hubo asesinatos de humanos, ni guerras, ni nada que se le parezca, todo empezó de la manera más normal que se puedan imaginar, con un simple fallo en el suministro de la energía eléctrica en Tijuana. Minutos más tarde la falla se extendió a Rosarito, Tecate y San Diego. Justo a las ocho horas después se restableció la energía sin que los técnicos pudieran establecer la causa del problema. Pasó un mes sin novedad y el incidente solo fue nota para los periódicos locales.

Y volvió a suceder, esta vez simultáneamente en Saskatoon, Osaka y Valparaiso. De nuevo ocho horas exactas y de nuevo inexplicablemente todo regresó a la normalidad. Tampoco tuvo mayor importancia y solo los medios locales comentaron algo, todavía nadie empezaba a conectar los puntos.

Tan solo había transcurrido una semana cuando regresaron los apagones; esta vez en seis ciudades y ya no pasó desapercibido. El mundo amaneció con la noticia de apagones misteriosos, pero aun esto tenía tintes de curiosidad más que de emergencia. La frecuencia de estos empezó a aumentar y la economía empezó a crujir ante los retrasos y las pérdidas. Como no sabíamos cuándo una ciudad iba a ser afectada, la incertidumbre destrozaba cualquier tipo de planeación.

Finalmente el día 70 de la crisis un grupo de ingenieros Checos detectó pulsos de baja intensidad y alta frecuencia en la red eléctrica durante un apagón en Praga. Algo estaba hablando a través de la infraestructura eléctrica. Vaĉlav, un ingeniero con un gran poder de abstracción se dio cuenta que quien quiera que estuviera hablando en la red seguro no lo hacía solo durante los apagones sino que lo haría continuamente y el apagón simplemente era un rato de tranquilidad y silencio que les había permitido captar estos murmullos. Para probar su hipótesis se dio a la tarea de construir un filtro para escuchar estos paquetes mientras la corriente fluía normalmente.

Y tenía razón, ahí estaba en todo momento esta conversación y quién sabe cuánto tiempo llevaría ocurriendo, tal vez años y no nos habíamos dado cuenta. Excitados por el descubrimiento Vaĉlav y su equipo construyeron una interfaz para procesar en tiempo real estos extraños mensajes. Trabajaron día y noche durante un par de semanas hasta tener un circuito estable que pudieron conectar a una computadora para empezar a descifrar los mensajes en la red. Publicaron en la web su diseño urgiendo a que se copiara en todo el mundo para tener la mayor cantidad de datos que ayudaran en el proceso de descifrado de los mensajes.

En Vancouver estuvieron listos muy pronto, intentaron comunicarse con Praga para avisarles que ellos también empezarían a tomar lecturas pero no recibieron respuesta. Asumieron que Praga debía de estar bajo los efectos de un apagón y no le dieron importancia, ni siquiera se tomaron la molestia de consultar el tablero mundial de apagones para verificar que estuviera en la lista. Conectaron el sniffer a la red e inmediatamente empezaron a aparecer paquetes en pantalla y un programa de análisis de patrones empezó a buscar estructura en los mensajes.

Tal vez tendría unos cinco minutos el sniffer corriendo cuando los ingenieros de la universidad de Vancouver detectaron un cambio en la comunicación; la computadora espía ahora estaba respondiendo los mensajes que recibía. Azorados ingenieros y científicos no atinaban a decidir si la desconectaban o no. El tráfico en la red empezó a aumentar considerablemente y las computadoras de toda el área de Vancouver dejaron de funcionar una a una. Igual que las de Praga.

Y empezó a darse un efecto en cadena; donde quiera que se conectaba un sniffer las computadoras dejaban de funcionar. Quien quiera que fuese el que estaba hablando a través de la red eléctrica no le gustaba que lo espiaran. En tan solo cinco días la mayor parte del mundo estaba incomunicado. Ya no importaba que la ciudad tuviera o no energía eléctrica, las computadoras simplemente no arrancaban más. Esto fue el principio del fin.

El caos no tardó en apoderarse de las ciudades, sin computadoras no había más dinero que el efectivo, los teléfonos habían dejado de funcionar y hasta el suministro de agua había empezado a tener problemas serios. Los carros más recientes tampoco funcionaban, solo los antiguos que no dependían de computadoras podían moverse aunque la gasolina cada vez era más escasa. En los hospitales los doctores trabajaban a ciegas, sin los instrumentos electrónicos de los que se sentían tan orgullosos.

La mañana del vigésimo día el éxodo de las ciudades comenzó, los pueblitos de pescadores o de actividades agrícolas parecían la mejor opción para la supervivencia pero para la mayoría de la gente era imposible llegar; sin carro y a merced de bandas de asaltantes armados, las orillas de algunas ciudades se convirtieron en verdaderos campos de batalla. El vigésimo segundo día las máquinas aumentaron su ofensiva y eliminaron por completo el suministro eléctrico, consumiendo solo la mínima energía para mantener su comunicación activa. Esta fue la gota que derramó el vaso y una ola de suicidios recorrió el planeta. Todo rastro de civilización moderna desapareció en tan solo un par de meses. Sin computadoras nos volvimos neandertales.

Un año después los humanos que sobrevivimos lo hacemos en pequeñas comunidades primitivas, en muchos sentidos regresamos al siglo XVIII. La mayoría son religiosos en extremo y Neo pasó de ser un personaje de película a una profecía real. Todos los que vivimos aquí tuvimos que matar a alguien para sobrevivir y eso nos volvió introvertidos, se habla poco y se pelea mucho. Ahora todos nos dedicamos a tareas simples, yo me dedico a pescar y vivo solo; pretendo seguir así, hace la supervivencia más fácil cuando no tienes a nadie a quien cuidar.  En mi comunidad hay algunos ingenieros, pero los tenemos bien vigilados con lo que construyen, no queremos provocar una invasión de las máquinas.

Por las noches a lo lejos se ven las luces de una ciudad, algunos valientes han ido a investigar qué pasa pero ninguno ha vuelto. Tal vez algún día alguno lo haga. Tal vez Neo.


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