domingo, 29 de octubre de 2017

Interprepas

El equipo de basketball en mis tiempos era parte fundamental de la identidad de la prepa. Cuando salí de la secundaria gran parte de la emoción de entrar a la prepa era estar en el equipo, para mi mala suerte todos los jugadores buenos eran de sexto semestre y cuando entré el equipo estaba prácticamente vacío. Así que el equipo estaba formado principalmente con jugadores de primer semestre y algunos más grandes que, con la excepción del Alberto Flores y el Machote, eran más bien jugadores de otros deportes. Como se podrán imaginar seguido nos ponían unas buenas friegas. ¿Quiénes?, todos los equipos de primera fuerza. Era tradición que la prepa tuviera equipo de primera fuerza así que aunque no tuviéramos nivel ahí íbamos envalentonados a hacer el ridículo una o dos veces por semana.

El primer entrenador que tuvimos era Daniel Piña. Daniel no era del pueblo, no llegué a conocerlo tan bien como para saber de dónde venía ni qué hacía además de entrenarnos. Lo que es cierto es que sabía mucho de basketball y muy probablemente es el mejor jugador que ha tenido el pueblo. Recuerdo el primer entrenamiento, estábamos todos a su alrededor y el solo nos miraba hasta que el Everardo le dijo De plano sí nos vemos muy madreados ¿verdad? y él respondió No, pero sí están muy chiquitos y sus entrenamientos se enfocaron en fortalecernos y en aprender a que no nos golpearan. Esto me sirvió mucho durante todos los años que jugué basket.

El Gordo Velarde, Everardo Gaxiola, Pepe Ibarra, el niño Lyle y yo.
Con este equipo fuimos a los interprepas a Ciudad Constitución. Para nuestra mala suerte el año anterior el equipo de mi prepa había quedado campeón, así que nos pasaron a la segunda ronda por default sin jugar. El primer y único juego que jugamos fue precisamente contra Constitución, en una cancha toda resbalosa que apenas se podía caminar, y correr era más bien una combinación de valentía con irresponsabilidad. Habíamos comprado un adherente en una refaccionaria y le pusimos a las suelas de los tenis pero no servía de gran cosa. Tiramos coca cola y la pisamos para que estuvieran un poquito pegajositos los tenis pero de todos modos estaba de la fregada jugar ahí. Nos pusieron una chinga y nos eliminaron rapidito. No por lo resbaloso de la cancha sino por malos. Nos divertimos, eso sí. A los de futbol no les fue tan mal, ni al Huichol y al Dina tampoco en ajedrez. Nos llevó el Raúl Lyle que era nuestro director, y a pesar del triste papel que hicimos no hizo nada que demostrara enojo o desilusión, lo cual le agradezco hasta esta fecha.

Benito nos empezó a entrenar por ahí de cuarto semestre. No estoy muy seguro porque por esas fechas también fue mi entrenador en la selección juvenil del pueblo y con los Crazy's, así que las fechas se me confunden.

El gimnasio 21 de octubre era nuestra casa. Como íbamos a la escuela por la tarde teníamos el gym para nosotros solos por la mañana. No llegábamos muy temprano pero a las 9 ya estábamos todos listos para salir a correr juntos hombres y mujeres. Salíamos del gimnasio y tomábamos el camino que va a las cruces, ahí doblábamos hacia el este y nos metíamos hacia los médanos. Avanzábamos tal vez un kilómetro y nos regresábamos por donde mismo, aunque algunas veces tomábamos línea recta a campo traviesa hacia el gym.

Cuando llegábamos de regreso el profe Benito ya estaba esperándonos. Como la corrida nos servía para calentar aprovechábamos bien el tiempo del entrenamiento. Muchos ejercicios para mejorar nuestra defensa, acondicionamiento y tiempo de reacción. También trabajábamos mucho en los fundamentos. Algunos ejercicios los hacíamos juntos hombres y mujeres, otros nos dividíamos media cancha para cada quien. ¡Deberían de habernos visto! volábamos cuando hacíamos 8s, tres pases y la pelota ya estaba en la canasta del lado contrario. En esos días no sabía el significado de la palabra cansancio, podíamos jugar personal toda la cancha todo el juego sin problemas.

El estilo de juego del profe Benito era simple pero efectivo: Trabajar duro los fundamentos, defensa férrea y hacer que el contrario se equivoque. Sin gritos ni presiones innecesarias íbamos todos los días a entrenar sin faltas ni pretextos. Después del entrenamiento muchos nos íbamos a la biblioteca de la prepa a jugar ajedrez y perder el tiempo.

Para entonces ya habían entrado a la prepa más morros basketboleros: el Pepe, el Tomate, el Güero Maldoso, Jorge Lyle; además ya habíamos crecido y le jugábamos de tú a tú a cualquier equipo, y si se descuidaban, los cansábamos y les ganábamos por treinta puntos.

Los Guerreros
Teníamos dos rivalidades legendarias: con el CET y los Guerreros. Eran rivalidades diferentes, jugar con los Guerreros era un poco más pausado, ya eran trabajadores y supongo no tendrían el mismo tiempo para entrenar, aunque tenían un par de postes fuertes y buenos para jugar: El Pulpo y el Liebre. Además el Murcia era un tirador muy peligroso desde cualquier lado de la cancha y no se cansaba. Lo tenías que corretear por todos lados durante todo el juego, si no, corrías el riesgo de que te metiera 30 puntos con la mano en la cintura.

Con el CET era diferente porque con excepción del Chiri, todos estaban morros como nosotros. Con el CET jugaban: el Pollo, Coco, Chore, Willy, el Calaca, Jaime Higuera, Chiri, Martín Romero, el Eddy y Tony Meza. El profe Graciano era su entrenador. Su mejor jugador, al menos como yo lo recuerdo era mi compa Tony, hasta decíamos en tono de broma que la estrategia de Graciano se resumía a Dénsela al Tony que tire y ustedes entran a rematar.
El CET


Las muchachas también tenían su rivalidad también con el CET y con el Colegio México. Bravas para jugar todas: Lucía Beltrán era bien aguerrida y Raquel Siqueiros era poderosa en los tableros. La Lupita Felix también controlaba bien la tabla y Sofía salía corriendo sin que nadie pudiera detenerla en los rompimientos.

No sé si el gimnasio todavía esté así pero en aquella época tenía gradas a lo largo de ambos lados de la cancha, y sin importar si el juego era contra Guerreros o el CET se llenaba a reventar, e incluso había gente que se quedaba a ver el juego parada porque no había lugar disponible. Calculo que de perdida irían unas 400 personas a vernos. Teníamos nuestros fans indiscutibles, como Paty la hermanita del Pepe, la Johana y el Felipito Omar que ahora entrena chicas. Nosotros y el CET llevábamos porras. De la prepa todo mundo se la pinteaba para ir a ver los juegos, ya era regla no escrita de que los compañeros irían a apoyarnos así que los maestros muchas veces nos acompañaban. Incluso el profe Rojo que nunca tuvo buena química con los alumnos, la primera vez que fue se emocionó tanto que no pudo aguantar la tensión de un juego contra el CET y se salió nervioso a fumarse un cigarro durante los últimos minutos y entró corriendo muy emocionado cuando escuchó que ganamos. Él era subdirector y jamás nos volvió a dar lata por ir a los juegos, todo lo contrario, se volvió fan.

Fueron juegos muy emocionantes y las rivalidades en la cancha se tornaban en amistad fuera de ella y solo hubo un par de incidentes violentos, uno contra Guerreros cuando el Tomate y el Liebre cayeron al piso peleando por un balón y el Liebre amagó con pegarle en la cara al Tomate, que se levantó de un salto, le dio una patada y terminaron expulsados los dos. Y el otro el Everardo iba en un rompimiento y al momento de tirar a la canasta el Pollo lo empujó por la espalda y se estrelló contra la pared. Se calentaron los ánimos, expulsaron al Pollo y el asunto no pasó a mayores. Por ahí luego supe que alguien le había ponchado las llantas al carro de Graciano por este incidente, pero no me consta que esto realmente haya sucedido.

Volvimos a los interprepas cuando ya iba en sexto semestre y el equipo funcionaba como relojito suizo. Entrenamos bien duro durante meses para esto, hasta nos desvelamos menos y los sábados íbamos a correr. Todo iba bien hasta que a Benito no le dieron permiso de acompañarnos y el Raúl que en ese momento estaba a cargo de dos departamentos de exportadora no pudo acompañarnos. Y ahí vamos a la buena de Dios, con un solo adulto en la comitiva, Jimenez Cobián que era parte del equipo de futbol. Así que íbamos el equipo varonil y femenil de basket y el varonil de futbol. De invitados iban el Fausto Murillo que es muy amigo de nosotros, el Josecín Ochoa y el Chuy el hijo de Nemesio que era muy amigo del Güero Maldoso.

Llegamos en la noche a La Paz y el chofer del camión nos dejó en el CREA y nos dijo aquí nos vemos dentro de cuatro días a las 8 de la mañana y se fue y que Dios nos bendiga. No recuerdo si alguien durmió en el CREA; no creo, la mayoría tenía familia o amigos en La Paz. Yo me fui con el Fausto a su departamento junto con el Juan Pablo, el niño Lyle y creo que el Pepe.
Un par de equipos de época

La mañana siguiente nos tocó el primer juego, pero antes nos tocó ver como Constitución destrozaba al CUM. La verdad sea dicha me impresionaron y no pensé que fuéramos capaces de ganarles. No me malentiendan, llevábamos muy buen equipo: El Güero maldoso era un monstruo abajo del aro y el niño Lyle y el Bombo hacían bien su parte. El Everardo era muy rápido y bueno para colarse, el Pepe tenía muy buen tiro de tres, defendíamos bien y traíamos mucha condición. Pero a estos tipos los vi de otro nivel. Jugamos el primer juego contra Loreto y les ganamos caminando. En la tarde nos tocó contra Constitución, curiosamente para cuando estábamos calentando ya se me había pasado la impresión y salimos con el cuchillo en la boca a darles pelea. Fue un juego a cara de perro, nos habían sacado 4 puntos de ventaja y faltando un par de minutos le dimos la vuelta al juego. Quedaban 20 segundos, teníamos el balón y dos puntos de ventaja y nos comimos el reloj sin que pudieran hacer nada. Como la rivalidad entre La Paz y Constitución es muy fuerte las porras estaban a nuestro favor y cuando el árbitro pitó el final la cancha se llenó de gente a abrazarnos y felicitarnos. Nosotros por supuesto estábamos extasiados hasta que el tipo de la mesa dijo.
--Disculpen, conté mal y gana Constitución por un punto
Y ahí empezó la alegata que empezó a subir de tono hasta que le agarré a patadas su mesa. El tipo salió corriendo con las hojas de anotación en la mano y en el calor del encabronamiento le tumbamos un aro a una cancha.

Por supuesto que reclamamos. Si bien es correcto que lo que diga en la hoja de anotaciones es el resultado oficial, por otra parte, si en el tablero pones un marcador incorrecto no permites tomar decisiones informadas; al final en vez de comernos el tiempo hubiéramos atacado. Lo que era muy claro es quién era el pendejo que había generado tal desmadre, el problema era el cómo reclamar y arreglarlo. Alegaban los organizadores que quien presentara la queja no podía ser un jugador de ningún deporte, y no llevábamos entrenadores, así que el encargado de meter la protesta fue el Josecín, que en esa época debe de haber tenido 15 años.

No nos dejaron acercarnos mientras el Josecín presentaba la protesta, a lo lejos solo mirábamos sus gestos de desesperación. Al final, supongo que viendo ya la causa perdida, les quitó sus papeles de la mesa, los tiró al piso y los empezó a pisotear mientras les gritaba en su cara ¡Maldita sea, son unos ladrones! y sí, sí lo eran. Tal vez el resultado de la negociación no fue el deseado, pero nunca me he sentido mejor representado. Josecín, tal vez con 30 años de retraso, muchas gracias.

En ese momento se acabó la ley seca que llevaba meses en vigor mientras nos preparábamos para este torneo. Nos fuimos a una discoteca y en la entrada nos encontramos a los de Constitución, momento tenso, pero se acercaron y nos dijeron que los disculpáramos no era culpa de ellos. Y ciertamente, no lo era. No hubo pleito pero cada quien agarró por su lado, no es como que nos íbamos a convertir en amigos en ese momento. La noche fue larga y tuvo muchas historias, la mía terminó en un pleito, amanecido en una fondita con unos tipos que ya habían puesto como cinco veces seguidas 'yo no nací para amar' y se molestaron porque les desconecté la rockola por enfadosos.

Llegamos a jugar contra el CUM como a las 11, algunos desvelados, otros crudos y otros todavía entonados. Les ganamos sin mucho problema y terminando fui por un par de caguamas. Por la dinámica del torneo ya a lo máximo que podíamos aspirar era al tercer lugar, el cual le ganamos al día siguiente a la prepa Gandhi. Cuando llegó el momento de recoger el trofeo el Everardo pasó por él y se le quedó viendo. Por un momento pensé que lo iba a tirar o a devolver, pero no, con una mirada de resignación se lo trajo.

Regresamos tristes y frustrados pero un par de días después ya estábamos en el gimnasio entrenando. El amor por el balón estaba intacto, ese no lo pudieron manchar.

*Dedicado con todo cariño al Profe Benito, mejor entrenador no pudimos tener. Y a mi compa Pulpo que no deja que la tradición del Basket muera en el pueblo.



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