Era una hermosa tarde de otoño cuando la princesa Panquecito bajó del camión. Se acomodó el pelo y alegremente emprendió la marcha hacia su nuevo hogar. De equipaje solo llevaba su mochila, la mudanza llegaría el día siguiente, así no tenía gran cosa de que preocuparse y caminó tranquilamente hacia su casa, saludando sus nuevos vecinos y a los perros que ladraban a su paso.
Al cruzar la plaza se topó con el Duende Patas de Bolillo que iba a la tienda por leche que le había encargado Paulina la Hechicera.
- Hola, cómo te llamas? le preguntó el duende
- Soy Panquecito, respondió la princesa sonriente. ¿Tú eres un duende verdad?
- Sí, ¿cómo lo supiste?
- Es un truco que tengo, sé detectar a los seres mágicos
- Ah, pues yo soy el Duende Patas de Bolillo
- Mucho gusto Duende
- No te había visto por aquí
- Acabo de llegar, ahora voy a vivir aquí
- ¿Y qué vas a hacer?
- Voy a poner una panadería, cuando esté lista te voy a invitar unas galletitas con chispas de chocolate
Al oír esto, al duende se le paralizó el corazón y sin decir una palabra más, salió corriendo ante la mirada extrañada de la princesa Panquecito.
- ¡Don Beto, Don Beto!
- ¿Qué pasa Duende?, ¿por qué vienes tan agitado?
- Es que acaba de llegar una muchacha al pueblo y dice que va a poner una panadería
- Qué bueno
- Pero Don Beto, ¡le va a hacer la competencia!
- No te preocupes, para todos sale el sol, anda, lávate las manos y ayúdame en vez de andar de preocupón
- No puedo Don Beto, le tengo que llevar leche a Paulina, pero al ratito vengo a ayudarle
- Anda ve, y llévale una conchita y una oreja a Paulina para que acompañe su leche, dile que le mando muchos saludos
- Voy y vuelvo Don Beto, dijo el duende y salió corriendo de nuevo
Al día siguiente nuestro duendecillo vio llegar el camión de la mudanza con las cosas de Panquecito, quien estaba atareada limpiando el patio de su nueva casa. Bajaron muchas cajas y muebles y al final, el horno y todos los enseres para la panadería. Como fueron muchas cosas los hombres de la mudanza quedaron muy cansados; Panquecito les invitó una jarra de limonada y se sentó con ellos en el patio a tomar limonada y descansar un poco.
El duende, que miraba todo esto desde la banqueta de enfrente tenía ganas de ir al mitote, pero creía que Don Beto podía sentirse traicionado si se volvía amigo de la princesa Panquecito. En ese momento la princesa lo vio y lo saludó con la mano. El duende, al verse descubierto de nuevo no atinó a hacer otra cosa que salir corriendo.
Pasaron los días y la panadería de Panquecito poco a poco iba tomando forma, primero pintó toda la casa, luego acondicionó el cuarto del horno, después convirtió un cuarto en una pequeña tienda para recibir a los clientes, además de unas mesas y sillas en el patio para que pudieran sentarse a comer y platicar tranquilamente, y por último colgó un gran letrero Panecitos y Galletas: abierto los jueves y a un lado otro más pequeño Mañana gran apertura, ven por una galleta gratis
Al día siguiente encontramos al duendecillo escondido espiando a ver quién entraba a la panadería de Panquecito, los vecinos pasaban por enfrente con curiosidad pero no se atrevían a entrar, les daba pena con Don Beto, que era una persona muy querida en el pueblo. Pasó una hora y ni un solo cliente había entrado a probar las galletas de Panquecito. El duende no sabía qué pensar, por un lado era amigo fiel de Don Beto, pero por otro el aroma de las galletas y los pays que le llegaba lo tenía hipnotizado. En eso, vio una figura conocida caminar por la acera de enfrente; era Don Beto, que sin dudarlo atravesó el patio y entró a la panadería. Pasaron unos minutos que al duende, curioso como era, le parecieron horas, y Don Beto y la princesa Panquecito salieron platicando y riéndose como si fueran amigos de toda la vida. Don Beto traía un par de tazas de café y la princesa un pequeño pay de manzana. Se sentaron a compartirlo en una mesa del patio y Don Beto gritó
- Duende, ven por una rebanada de pay, ¡está bien bueno!
- Don Beto, ¿Cómo sabe que el duende anda por aquí?
- ¡Ja! ya lo conocerás, él siempre anda metido en cuanto mitote hay en el pueblo
Y sí, tal y como Don Beto sospechaba, el duende salió corriendo de atrás de un árbol más que listo para comerse una generosa rebana de pay.
Con el paso de los meses la panadería de Panquecito empezó a tener más clientes; sus galletas, panquecitos y pays se volvieron famosos en el pueblo y Don Beto era de sus clientes más fieles. El duende también iba todos los jueves a ayudarle y salía con una bolsita de galletas que le llevaba a Paulina que también se había vuelto amiga de Panquecito.
Llegó diciembre y la navidad tenía de nuevo al duende en una encrucijada, siempre la pasaba con Paulina la hechicera pero en esta ocasión le preocupaba que Panquecito, siendo nueva en el pueblo, no tuviera con quien pasarla. Empezó su recorrido de nochebuena, primero fue a visitar a Issac y Natalia que estaban muy nerviosos pensando en qué les traería Santa Clos, luego, por no dejar fue a buscar a Chema el Viejo, pero no lo encontró; como siempre, había salido a ver a sus hijas. Astor y Lorenzo estaban muy ocupados preparando un nuevo truco para la función de año nuevo y no le hicieron mucho caso. Don Beto tenía visitas de familiares y también estaba muy atareado horneando el pavo y unos pasteles. Y así fue visitando a todos sus amigos con el plan de ir con Panquecito justo antes de ir con Paulina, tal vez la podría acompañar a cenar para que no estuviera sola. Pero cuando llegó con Panquecito se encontró con la casa cerrada y las luces apagadas. Se sentó en la entrada de la casa y se puso a pensar en dónde podría estar. Pasaron varios minutos y un grito lo trajo de vuelta a la realidad
- Canijo duende ¿todos los años va a ser lo mismo?
- ¡Paulina!
- Vámonos para la casa, ándale
Al llegar a la casa de Paulina, grande fue la sorpresa del duende al encontrarse a Panquecito con el delantal puesto bien afanada preparando la cena
- Qué bueno que llegaron, pónganse calientitos, ahorita les preparo una taza de chocolate
- ¡Panquecito!, qué alegría que vas a pasar la navidad con nosotros. Paulina y ¿Lord Quesadilla va a venir?
- No, no me tiene tan contenta ahorita, no lo invité
- Ni modo, dijo el duende aliviado, ya no le tenía tanto miedo a Lord Quesadilla pero lo seguía poniendo nervioso
- Ven a hacerte bolita conmigo dijo Paulina mientras le mostraba una cobijita. El duende prendió la tele, puso las caricaturas y se acurrucó en el regazo de Paulina, quien lo tapó con la cobija y se puso a hacerle piojito.
Desde la cocina Panquecito miraba la escena con ternura mientras servía el chocolate caliente y pellizcaba una de las galletas que había hecho Paulina. Esta será una feliz navidad se dijo mientras se sentaba con el Duende y Paulina a ver las caricaturas en lo que se horneaba el pavo.
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