El Beto Gutierrez es mi amigo desde los tiempos en que yo era estudiante y él prefecto de la prepa. En ese entonces lo visitaba con frecuencia y cuando me fui a estudiar a Ensenada en las vacaciones que regresaba a Guerrero su casa era visita obligada. Platicábamos mucho de política y de literatura, también un poco sobre ciencia y tecnología, a ambos, tal vez influenciados por Aldous Huxley nos preocupaba el futuro aunque estábamos lejos de prever lo mucho que iba a cambiar nuestro entorno.
Por lo regular llegaba de visita en la tarde y me quedaba hasta ya entrada la noche. Me regresaba caminando a mi casa sin ningún pendiente puesto que en aquella época en Guerrero Negro no pasaba nada. No estaba tan cerca como antes que vivía a una cuadra de mi casa; el Beto ya se había mudado cerca del Cet del Mar y nosotros habíamos dejado la casa de exportadora para irnos a vivir a un lado del Carnitas, pero de todos modos eran solamente unos quince minutos caminando, nada de qué preocuparse.
El Beto en la entrada sur de la prepa |
Una de estas noches camino de regreso a mi casa, ya casi para llegar a la Marcelo Rubio me dieron ganas de orinar, iba por el baldío que está a un lado de la escuela y como vi una sombra de alguien que venía atrás de mí pensé en esperar a que me pasara para encontrar un rinconcito en lo oscuro y relajar el cuerpo.
Disminuí el paso para que me pasara porque ya me andaba, pero entonces la sombra también lo hizo. Entonces ya no me gustó y me detuve y me volteé a ver quién era. Pero solo estaba la sombra detenida en la misma posición que la mía. Dí un par de pasos y la sombra los dio también, así que debía ser también sombra mía pero algo había raro en el ángulo en que se proyectaba. Me detuve y se detuvo. De pronto levanté un brazo y la agarré descuidada y tardó un poco en levantarlo también. Alguien debía de estarme jugando una broma pero miraba las casas alrededor y no miraba nada que pudiera producir esta sombra.
Como de plano ya no aguantaba me valió gorro la sombra y agarré un rinconcito para orinar, ahí de plano la sombra ya no se preocupó en copiarme, solamente estaba parada a un lado mio. Terminé mi asunto y empecé a caminar y la sombra de nuevo a seguirme. Iba yo muy valiente pero al llegar a la primaria la luz de los focos de la calle ya no llegaba e iba a entrar a un área oscura. Ahí fue donde me agarró el miedo. Me solté corriendo como loco y no me detuve hasta llegar a la carretera por detrás de la gasolinería del Humberto Ibarra. Un par de segundos después llegó la sombra que también venía corriendo. Afortunadamente en eso pasó mi compa Rogelio Beltrán y me dio raite a la casa y esa noche la sombra ya no me molestó. No estaba tan asustado, pero debo de reconocer que sentí alivio de no volverla a ver esa noche.
Regresé de mis vacaciones a Ensenada y una noche regreso de casa de mis compas los Micheles me la encontré de nuevo, esta vez no hizo ningún intento de imitarme, al contrario, levantó un brazo en seña de saludo. No lo pensé mucho y salí corriendo, llegué a la casa y prendí todas las luces esperando verla entrar por debajo de la puerta. No fue así. Menos mal.
Después de esta ocasión no la he vuelto a ver, no sé que era y no tengo ganas de averiguarlo.
*Dedicada con cariño para el Beto.
3 comentarios:
¡Huy, Alfonso! No conocía esta anécdota tuya, al menos no la recuerdo. Parece cuento, al menos me gusta para un cuento. Pero da miedo tan solo de imaginarlo.
Hace unos días recordaba algo similar que me pasó. Allá por 1991, cuando trabajaba en un periódico aquí en Mexicali. fui a hacer una entrevista por la tarde. Me fui en camión a mi casa, como de costumbre, pero éste me dejaba varias calles antes de donde vivía. Ya estaba oscuro cuando caminaba yo a mi casa. Pasé junto al parque del fraccionamiento y empecé a escuchar voces, una conversación. Creí que eran personas que se encontraban dentro del parque. Pero las escuchaba a mis espaldas. Volteé y no vi a nadie. Seguí caminando y continuaron las voces. Volteé de nuevo. Nadie. Me dio mucho miedo y me fui corriendo. Pero las voces seguían ahí. Entonces tuve un presentimiento y me quité la mochila. ¡Era la grabación de la entrevista, pues accidentalmente la grabadora había empezado a reproducir el casete!
Te agradezco la dedicatoria, y la foto. Tampoco recuerdo esa foto, pero sí ese cabello largo. Un abrazo.
¡Era el salado!Un tipo que se ahogo en la salina y le da por atrapar muchachitos para llevarlos al fondo del mar (lo acabo de inventar, pero a poco no suena macabro).
Yo hubiera dejado una estela de moscas tras de mí.
Jaja me encantó la anécdota. Saludos
Efra P.E.
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