sábado, 29 de octubre de 2016

Hace cinco días

Hoy hace cinco días que nos dejaron un niño muerto en la entrada del edificio. Raquel encontró su cuerpecito desnudo de tintes azulados, no sé si por el frío o así sea la muerte, nunca me había tocado verla tan de cerca. Entró al departamento gritando como loca buscando una cobija para taparlo mientras marcaba a la policía, pero el teléfono se le resbalaba entre los dedos de la desesperación y los nervios. Bajé con ella y fui yo quien cubrió al niño con el cobertor más grueso que pudimos encontrar, como si esto le fuera a quitar el frío. Al verlo de cerca noté que su piel tenía cientos de cortadas muy finitas en patrones extraños pero no salía sangre de estas. Quise observar con más detalle pero la policía se acababa de estacionar enfrente y no quise causar alguna sospecha.

Llegó la ambulancia y se lo llevaron sin darnos mayor detalle; después un ministerial llegó a tomarnos la declaración. Se tomó su tiempo para sacar una dona de su bolsita, darle un trago al café, sentarse y con trabajo acomodar la libretita y la pluma, que se le resbalaba al hacer malabares con sus dedos regordetes por no querer soltar la dona. Realmente no teníamos gran cosa que decirle y él después de unos minutos prefirió regresar al calor de la estación de policía que resolver el asesinato de un niño de la calle.

Los primeros dos días después del suceso fueron difíciles para Raquel que no pudo dormir, ella tuvo una infancia muy difícil y esto le trajo recuerdos nada gratos. La noche del tercer día el teléfono empezó a timbrar como a eso de las 2 de la mañana; extraño, por lo regular le bajamos el sonido para que no nos despierte, esta noche se nos debe de haber olvidado. Decidí no contestar, estaba haciendo mucho frío a pesar de que apenas estábamos en Octubre, y no me dieron ganas de levantarme. Solamente timbró tres veces y ya no volvió a sonar, intenté volverme a dormir pero apenas habrían pasado unos cinco minutos cuando alguien tocó a la puerta desesperadamente. De un brinco me levanté, saqué la pistola del cajón y ante la mirada asustada de Raquel fui a ver qué sucedía.

-- Espérate, no abras Roberto
-- No voy a abrir, pero tengo que ir a ver qué es lo que pasa
-- Me da miedo
-- No va a pasar nada, llevo la pistola y no voy a abrir, si pasa algo le hablamos a la policía
-- Mejor les hablo de una vez, me da mala espina

En eso volvieron a tocar, está vez más fuerte y escuchamos una voz de mujer desesperada gritando
-- ¿Dónde está?, ¿dónde está?
Una vez más silencio

-- No me importa qué pienses, le voy a hablar a la policía
-- Sí, tienes razón, pero de todos modos voy a ir a ver 

-- Dicen que van a mandar una patrulla
-- Está bien pero no se ve nada
-- ¿Qué quieres decir?, ¿y la mujer?
-- No sé, acá afuera no se ve, voy a salir a buscarla
-- ¡Qué salir ni que nada, tú te quedas adentro hasta que llegue la policía!
-- Raquel, se oía bien desesperada
-- Esto no es una discusión, te estoy diciendo que no vas a salir y punto, esa puerta no se abre mientras no llegue la policía.

El teléfono volvió a timbrar y Raquel contestó

-- ¿Bueno?
-- ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
-- ¡Ay Dios mío!  Gritó Raquel y soltó el teléfono, acto seguido arrancó el cable y se soltó llorando

-- Tengo mucho miedo  me dijo sollozando
-- No te preocupes, todo va a estar bien mentí porque yo también estaba muy asustado.

Para variar la patrulla no llegó y nos quedamos dormidos casi al amanecer. Nos fuimos a nuestros respectivos trabajos ya muy tarde y acordamos regresar juntos a casa al finalizar el día.

-- ¿No te da miedo entrar a la casa?
-- Sí, un poco pero me aguanto, para eso soy macho ¿no?
-- ¡Ja!, muy macho has de ser, no me hagas reír, pero bueno, tú vas por enfrente

Entramos a casa y todo se veía normal, cenamos y hasta pudimos ver una película tranquilamente. Todo parecía normal hasta que entré al baño y encontré que en el espejo estaba escrito ¿DÓNDE ESTÁ? con pintura negra. Me salí caminando de espaldas despacito, Raquel estaba preparando chocolate caliente y me gritó

-- ¿Qué pasó?, ¿todo bien?
-- Sí, no te preocupes
-- Bueno, vente a ver otra película, el chocolate ya va a estar
-- Ahorita voy, deja limpio algo que tiré en el baño
-- Te apuras
-- Sí amor, ya voy

Fui al cuarto de los cachivaches, tomé la lata de thinner y armándome de valor regresé al baño a borrar el mensaje. Afortunadamente la pintura no estaba muy pegada  y con un simple trapazo con poquito thinner se borró. No sabía si decirle o no a Raquel porque por fin tenía un rato de tranquilidad y no se lo quería echar a perder. Hacía poco que nos habíamos mudado a esta ciudad y no tenemos amigos con quienes nos pudiéramos ir a pasar la noche y nuestras maltrechas finanzas no daban para un hotel. Así que decidí mejor guardar silencio.

Esta es la quinta noche desde el suceso; la casa está tranquila y no hay llamadas ni mensajes por ningún lado, parece que por fin vamos a poder dormir. De nuevo hace mucho frío, Raquel me abraza y me dice al oído

-- Tengo mucho frío, ¿no puedes ir a hacer pipí por mí?
-- No, levántate no seas floja
-- Ash, no tengo ganas de levantarme
-- Ni modo, tejones porque no hay liebres

Y sin ganas y con frío se fue al baño; pero regresó casi inmediatamente

--Roberto, ven, ¡levántate!
-- ¿Qué pasó?
-- Que te levantes te digo, con una chingada hazme caso, hay un niño en la sala

Nos acercamos a la sala y ahí estaba el niño muerto viendo tranquilamente la televisión;  con su uniforme escolar desaliñado y tan solo faltaba su mochila tirada a un lado para que pareciera que acababa de llegar de la primaria.

-- ¿Qué estás viendo? le preguntó Raquel que siempre ha sido muy niñera
-- Bob esponja, me da mucha risa Patricio, respondió y volteo a vernos despreocupadamente como si nos conociera de toda la vida. Raquel se sentó a un lado como si fuera la cosa más normal, yo me quedé parado sin saber qué hacer. Después de unos minutos le preguntó
-- ¿No quieres que te prepare un chocolate caliente?
-- Sí muchas gracias, tengo mucho frío
-- Bueno, voy por un cobertor para que te calientes y luego te preparo tu chocolatito.

Cuando Raquel entró a la cocina la seguí y cerré la puerta para que el niño no nos oyera

-- Raquel ¿qué estás haciendo?
-- Un chocolate caliente, ¿quieres que ponga para ti también?
-- Raquel ese niño está muerto
-- ¿Te parece muerto a ti?, yo lo veo bastante vivo
-- ¿No lo viste tú también? es el niño que nos encontramos tirado afuera
-- Yo no sé nada, para mí es un niño con frío que está viendo Bob Esponja y solo eso, ya le llevé su cobijita, ahorita le llevo su chocolate y por favor no estés haciendo dramas.
-- Raquel ese niño está muerto
-- Ya madura Roberto, es un niño

Nos sentamos los tres a ver las caricaturas y de la nada el niño nos dijo

-- Ustedes me caen bien, ¿me puedo a quedar a vivir aquí?
-- No, le dijo Raquel, tienes que regresar con tus padres, tu mamá te anda buscando
-- ¡No por favor, no dejes que me encuentre, no dejes que me encuentre! 

Y se soltó llorando, Raquel lo abrazó cariñosamente tratando de calmarlo. Cuando por fin se tranquilizó un poco empezó a hablarle al oído; yo miraba la escena asombrado de ver cómo poco a poco le cambiaba el rostro a Raquel, sus facciones se endurecían y apretaba la quijada. En eso de nuevo tocaron a la puerta, los mismos golpes desesperados y los gritos

 -- ¡¿DÓNDE ESTÁ?!  ¡¿DÓNDE ESTÁ?!  ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
 -- Hija de la chingada Dijo Raquel mientras se paraba de un brinco
-- ¡No dejes que me lleve! por favor, por favor,
-- Quédate aquí y no te muevas, y tú tampoco me dijo mientras me señalaba con el dedo de forma amenazante

Como un torbellino entró a la cocina, salió hecha una furia con el rodillo de las tortillas de harina en la mano, abrió la puerta de la casa y se encontró frente a frente con la mujer

-- ¡¿DÓNDE ESTÁ?!
-- Qué dónde está ni que la chingada  le dijo mientras la daba el primer golpe con el rodillo en la cabeza. Fue un impacto duro, directo y la mujer cayó de bruces. Como poseída le dió otros cuatro golpes fuertes, dos en la sien, uno en la nariz y otro en la boca; la mujer escupió algunos dientes y gimió despacito
-- A mi niño no lo vas a volver a ver, ¡¿me oíste perra?! Gritó Raquel y le dió una patada en la cara para enfatizar su punto.

Cerró la puerta, nos miró y nos dijo
-- Denme un minuto para reponerme del coraje
-- Está bien Asentimos los dos medio asustados.

Más tarde ya tranquilos todos Raquel le preguntó
-- ¿No te quieres ir a dormir? ya te preparé tu cama
-- Sí, gracias, ya tengo sueño
-- Vamos, te acompaño

Antes de irse al cuarto el niño me abrazó y me dijo
-- Gracias, eres muy bueno. Su cuerpecito estaba helado, de nuevo me asusté y no atiné a decir nada, él, notando mi nerviosismo solo sonrió y se despidió. Buenas noches

Raquel lo acompañó a su cuarto y se quedó un rato más platicando, yo solo alcanzaba a escuchar a veces las risas pero sin alcanzar a entender lo que decían. Cuando por fin salió del cuarto de visitas Raquel se miraba tranquila y contenta.

-- Tráete un slepping, vamos a dormir aquí en la sala
-- ¿Y eso?
-- Vamos a cuidarlo, y estando aquí me voy a sentir más tranquila

Por la mañana fui al cuarto a buscarlo, pero no estaba en su cama, tan solo estaban sus zapatos
-- Raquel el niño no está
-- Déjame dormir otro ratito
-- Pero te digo que el niño no está 
-- No te preocupes, Federico ya está bien
-- ¿Federico se llama?
-- Sí, dame cinco minutitos más ¿sí?

Y se dio la vuelta y se volvió a dormir. Más tarde mientras desayunábamos le dije
-- Dejó sus zapatos
-- Sí, son para ti, me dijo que son para que lo recuerdes, a mí me hizo un dibujito dijo divertida mientras se servía un vaso de jugo de naranja como si no hubiera pasado nada.



 

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