Ana Alicia Blengio
siempre tuvo pasión por lo misterioso. Ella misma parecía personaje de Poe.
Silenciosa, compleja y un poco solitaria. Por eso a nadie debe de extrañar que un
día llegara a la prepa con unas cartas del tarot.
En los recesos
empezó a leernos la buenaventura de acuerdo a lo que había aprendido
probablemente en el instructivo. Si bien era divertido la verdad es que para ser
un buen ocultista se requiere de cierta habilidad teatral que Ana Alicia no poseía.
A ver Ana préstamelas, deja yo te las leo.
Y empecé con
una historia de fantasía con grandes amores y por supuesto tragedias. Después de
Ana Alicia no sé quién siguió, pero rápidamente me hice de clientela y mi fama de tarot reader
corrió como reguero de pólvora. Aquí es pertinente hacer un par de aclaraciones.
En la prepa éramos solamente tres grupos y tal vez por toda la escuela seríamos
unos 60 estudiantes. Así que digamos que mi fama era limitada, pero fama al fin.
Además no tenía ni la mínima idea de las reglas del tarot, así que todas eran historias
improvisadas usando como base los dibujitos de las cartas pero hasta ahí.
Por alguna extraña
razón un día durante el receso largo el prof. Rojo se dejó convencer de que le leyera
las cartas. Esto no hubiera sido nada especial si no fuera porque él era mi
archienemigo y esto provocaba un morbo especial sobre qué tan atrevida sería mi
historia. Por supuesto que no me guardé nada. Empecé con la lucha entre un militar
y un bombero por conquistar su amor. Obvio que teníamos un gran público mientras
le leía su futuro. Nos divertimos mucho, incluso el profe, que curiosamente lo tomó
con filosofía.
Un par de días
después estando en clase tuve que salir al baño. De regreso, al pasar por el baño
de las mujeres me habló la Mimí
Hey flaco, ven a leernos las cartas
Y ahí les voy.
En el baño estaban además Lucy y Ana Alicia. No recuerdo con quien empecé, lo que
si recuerdo es que cuando ya teníamos unos minutos en esto, en el pasillo se
escucharon los inconfundibles pasos de Carolina Martínez, maestra de inglés y subdirectora.
Y en eso el chamuco que vive en mi tuvo una idea y empecé a gritar
¡Auxilio! ¡Auxilio! Me violan, alguien ayúdeme por
favor, ya no aguanto más!
Las
muchachas, que por supuesto no se esperaban esto, se asustaron. Ana Alicia se metió
a un baño y se tapó la cara. Mimí trataba de taparme la boca para que dejara de
gritar, sin embargo no tenía mucho éxito. Lucía bloqueaba la puerta y no permitía
que el seguro diera vuelta.
¿Qué está pasando ahí? Abran! Gritaba Carolina, con una voz que
denotaba más enojo que preocupación.
Por fin Lucía
se rindió y abrió la puerta. Afuera no solo estaba Carolina sino tooooooda la escuela
que quería enterarse del mitote. Adentro estaban las muchachas asustadas y yo atacado
de la risa.
No recuerdo
que nos hayan castigado, nos prohibieron volver a llevar las cartas, eso sí.
1 comentario:
Gracias por compartir este hermoso recuerdo, una travesura limpia, por dios que no paro de reir... jaja qué anécdotas cada vez que se entraba al baño de hombres o mujeres, aquel día que nos cerraron el baño de mujeres, en fin, cada uno de nosotros tendrá su historia y ojalá la comparta.
Saludos,
Mimí
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