La verdad nos tocaron tiempos difíciles para ser estudiantes universitarios. Fueron los peores años de la inflación y no había dinero que alcanzara. Además, y aquí corro el riesgo de generalizar a la ligera, nuestros padres no tenían la cultura del fondo para los estudios universitarios. Pero no los juzguen severamente, la verdad es que en esos tiempos ahorrar era sumamente difícil, llevábamos años dando tumbos de crisis en crisis y si bien en nuestras casas nunca faltó para comer, tampoco había mucho margen económico.
Además casi todos vivíamos independientes así que éramos responsables de nuestro presupuesto. Después del presupuesto para las caguamas no quedaba mucho dinero para comprar comida, así que siempre andábamos hambreados.
Nuestro principal alimento eran los huevos porque en aquella época eran sumamente baratos. Mi platillo favorito era los huevos revueltos con triángulos de tortillas viejas y salsa mexicana de latita, y arriba el colesterol!
Un día de plano andábamos completamente pobres. En la casa no había
gas ni dinero para comprarlo y la alacena estaba casi desierta. Tan solo
había una bolsa de pasta Talia, marca de la que hasta la fecha sigo
siendo cliente fiel. Con eso el Juan Pablo el Pepe Ibarra y yo ya
teníamos resuelta la primera parte del dilema pero nos hacía falta
lumbre para hacer la sopa. Juntamos unas tablitas de esas con las que se
hacen las cajas para transportar frutas y verduras y unas ramas secas
del patio de atrás de la casa y el plan era usarlas para hacer una
fogata. La segunda parte estaba resuelta. La tercera era cómo
condimentar la sopa ya que no teníamos ni un tomatito. Hurgándole
encontramos unas especies que habían sido de mi bisabuela Adela, que en
ese entonces tendría unos 9 o 10 años de haber fallecido, y pues si bien
no era cilantro fresco tampoco íbamos a desperdiciarlas.
Ya
con todo resuelto procedimos a preparar la sopa en el patio de la casa.
Los problemas empezaron con la fogata que estaba echando un humaderón
oscuro pero no le dimos mayor importancia. A fin de cuentas era lumbre y
calentaba la sopa. Después de un rato de estar hirviendo decidimos que
la sopa ya debería de estar lista. El resultado era una mezcla oscura
que parecía más bien aguas negras que una sopa casera. Pero ni modo,
life is a bitch y nos tragamos esa cosa
Por
supuesto que nos dio una diarrea de proporciones épicas. Nos pasamos
tres días terribles durante los cuales, afortunadamente para nuestros bolsillos, no requerimos
comer nada.
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