lunes, 11 de noviembre de 2013

La sopa negra

La verdad nos tocaron tiempos difíciles para ser estudiantes universitarios. Fueron los peores años de la inflación y no había dinero que alcanzara. Además, y aquí corro el riesgo de generalizar a la ligera, nuestros padres no tenían la cultura del fondo para los estudios universitarios. Pero no los juzguen severamente, la verdad es que en esos tiempos ahorrar era sumamente difícil, llevábamos años dando tumbos de crisis en crisis y si bien en nuestras casas nunca faltó para comer, tampoco había mucho margen económico.

Además casi todos vivíamos independientes así que éramos responsables de nuestro presupuesto. Después del presupuesto para las caguamas no quedaba mucho dinero para comprar comida, así que siempre andábamos hambreados.

Nuestro principal alimento eran los huevos porque en aquella época eran sumamente baratos. Mi platillo favorito era los huevos revueltos con triángulos de tortillas viejas y salsa mexicana de latita, y arriba el colesterol!

Un día de plano andábamos completamente pobres. En la casa no había gas ni dinero para comprarlo y la alacena estaba casi desierta. Tan solo había una bolsa de pasta Talia, marca de la que hasta la fecha sigo siendo cliente fiel. Con eso el Juan Pablo el Pepe Ibarra y yo ya teníamos resuelta la primera parte del dilema pero nos hacía falta lumbre para hacer la sopa. Juntamos unas tablitas de esas con las que se hacen las cajas para transportar frutas y verduras y unas ramas secas del patio de atrás de la casa y el plan era usarlas para hacer una fogata. La segunda parte estaba resuelta. La tercera era cómo condimentar la sopa ya que no teníamos ni un tomatito. Hurgándole encontramos unas especies que habían sido de mi bisabuela Adela, que en ese entonces tendría unos 9 o 10 años de haber fallecido, y pues si bien no era cilantro fresco tampoco íbamos a desperdiciarlas.

Ya con todo resuelto procedimos a preparar la sopa en el patio de la casa. Los problemas empezaron con la fogata que estaba echando un humaderón oscuro pero no le dimos mayor importancia. A fin de cuentas era lumbre y calentaba la sopa. Después de un rato de estar hirviendo decidimos que la sopa ya debería de estar lista. El resultado era una mezcla oscura que parecía más bien aguas negras que una sopa casera. Pero ni modo, life is a bitch y nos tragamos esa cosa

Por supuesto que nos dio una diarrea de proporciones épicas. Nos pasamos tres días terribles durante los cuales, afortunadamente para nuestros bolsillos, no requerimos comer nada.

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